Por último deseo

Y quisiera que simplemente ella se sientiera mejor
y dejara de llorar
y dejara de sangrar por dentro
que dejara de vivir finalmente.

Y quisiera que él dejara de dibujar formas en la pared,
de lado,
de regreso,
de nada.

Quisiera que encontrara finalmente la puerta,
que encontrara el pasaje al vacío
que ya no se llena ni con suero, ni con papilla,
ni con helado de Guanaba.

Que sus movimientos descansaran,
que sus palabras ahogadas ya no fueran necesarias,
que su tos exhausta se apagara.

Quisiera que ambos tuvieran entera paz,
que fuesen premiados con el cese del tiempo,
que fuesen premiados con mil sonrisas brillando
mientras se apagan las luces.

Quisiera encontrar un día
nada más sus nombres pintados en acuarela
sobre sus lechos oxidados
sobre sus sombras ya borrosas.

Quisiera no la cura, mas el finiquito,
ya no dolor, mas ligeresa en sus cuerpos
para que extendiendo las alas,
se sentaran a esperar ya sin penas
ya sin dolor, ya sin prisas,
bajo el sol de la fe que les mantuvo vivos.

Y llegar y verlos mecerse,
como en tardes de viejos sábados ajenos
de Capulina y Cantinflas en la tele,
de caldo de pata para el almuerzo,
de risas bandidas y charlas con Dios,
ahí sentados a media luz,
renovándome las ganas con sus palabras.

Cómo quisiera que el llamado llegara,
que se agotara ya el cronómetro y dejar que todo pase
que los viejitos crucen de la mano el umbral de lo inevitable

y cerraran los ojos tranquilamente.

(A mis abuelitos,
dos grandes maestros,
dos bellas estrellas:
Sheny y Óscar)

Maestros

Tengo mis maestros; ellos no lo saben.

Tengo mis catedráticos de vida
expuestos, rebeldes, siniestros.

Tengo mis maestros, unos vivos, otros no tan muertos,
otros en el intermedio entre la vida y la muerte,
otros en el desvelo de la desvida,
otros en la desvida del desvelo.

Tengo mis maestros, sumidos en la desgracia
rebalsándose en interpretaciones, en visiones,
en imágenes baratas y explícitas.

Tengo un maestro por sentido,
por área del alma,
por sección del cerebro,
por pedacito de carne.

Tengo mis maestros, compulsivos,
de taquicardias encendidas, cuervos, perros,
otros bichos, otros bestias.

Tengo mis maestros y nada qué aprenderles
y todo qué aprenderles y nada qué copiarles
y probablemente algo qué agradecerles.

Tengo mis lecciones, mías,
tengo mis recreos,
tengo mis maestros forjadores de paciencia,
reflexivos, convulsionando al sonido de sus labios.

Un par de cuestionamientos reflexivos,
y otro montón de cuestionamientos ingratos.

Un par de destellos de luz en la lluvia,
y varios pedazos de algo, de caracteres y siluetas,
de rechazos, de recuerdos,
de palabreríos recurrentes,
de luchas de poder y choque de egos.

De partidos de la selección, parranda y sorpresa.

Es probable que repruebe, es probable que nunca salga de ésta aula, es más, que nunca me levante de éste "escritorio" deplorable.

Qué más da. A uno se le ocurre cada cosa...

Todos tenemos cáncer

Todos tenemos un cáncer
un cáncer microscópico,
en la sangre, en la savia,
detrás de los ojos, en las uñas,
en los dientes.

Todos cargamos el cáncer en la lengua.

Todos padecemos del cancerito recurrente,
del soberbio deseo,
de la corrupción de ideas,
de la inestabilidad de criterios,
de la poca honestidad en las acciones.

Todos llevamos un poquito de cáncer.

Todos salpicamos a veces también el cáncer,
lo hacemos gritar de espaldas,
sobre los hombros,
sobre las ganas.

Vamos con el cáncer en los filtros,
en los vidrios, en los plásticos.

Todos arrastramos un cáncer,
un cáncer cafeínico o tortillisquico,
un espinazo de cáncer y perturbación
en la mano.

Una pobreza desmedida,
una necesidad delatora.

Todos sufrimos de cáncer en el corazón,
bajamos las revoluciones, aumentamos los latidos,
damos vueltas al planeta,
nos contagiamos de más cánceres
nos deformamos las caras.

La mayoría merecemos el cáncer ese,
obedecemos nuestra intriga,
alimentamos nuestro morbo,
producimos y compramos drogas,
las consumimos.

Todos, todos tenemos cánceres.

Todos y los que no deberían...
los que se postran en la cama a esperar la muerte,
los que dejan la vida perdida en un par de fotos
para alimentar de vez en cuando el cáncer de alguien más
que revive su memoria,
para no morirse en el olvido.

(A mama Sheny)

Cantos Circunstanciales

I

Uno se encierra, se parte como las ganas más o menos, como las intenciones menos o más. Uno se limita, uno piensa más lo que dice. Uno tiene miedo, uno está temblando.

Uno como que se olvida de quién es por culpa del ya no querer hablar, uno se ocupa de su propio terror, de su propio lamento, de su propia compra de fin de semana, de su propia recopilación musical y de su propio viaje.

Uno se hace uno con uno mismo. Uno mismo se siente roto por uno. Uno se preocupa por uno mismo.

Uno se harta del viaje y se suplica regresar a casa. Uno sabe que no hay regreso. Uno se termina engañando.

A uno no le importa eso que debería importarle, a uno mismo no le interesa más que aprender y se queda al margen viendo cómo se lo comen a uno.

Uno se hace uno con uno mismo. Uno se hace pedacitos y trocitos y pica pica.

II

El chucho habla, el chucho ladra y vocifera, como asno, como infinita e impulsivamente imprudente. El chucho muerde todo, muerde si lo tocan, si lo miran.

Si algo existe a su lado, el chucho lo muerde.

El chucho arranca pedacitos de carne, pero el chucho está loco. El chucho no vé más que sus pulgas. El chucho tiene una gran imaginación.

El chucho cree que tiene el poder. El chucho corre a esconderse a su casita de amistades recurrentemente dañinas y cagadas. El chucho sangra de vez en cuando y culpa a todos. Culpa a su casita, culpa a la mano que le da de comer, culpa su raza, culpa su entierro, culpa su lágrima inconsciente y su tembladera delirante.

El chucho está loco, tiene síndrome de estupidez egocéntrica, de necesidad de palmaditas en la cabeza, de sobaditas en el hocico, de pellizquitos en las orejas.

El chucho añora tener el control, se muere por tener el control, se mata por tener el control. El chucho no tiene sentidos, el chucho camina a la deriva.

El chucho mató todo lo que me quedaba, hoy le metí su patada final en el culo al chucho... chucho mula.

III

Ya me pela, me pela, me pela. Ya me pela, me pela, me pela.

IV

Tengo unos zapatos escondidos bajo los calcetines, bajo los escombros de la persona exiliada en mi cabeza. Como si me importara, como si tuviera deseos de transgresión, competencia o lucha. Como si se tratara de poner lado a lado los falos de los hombres, como si se tratara de correr hasta que le estalle a uno la cabeza o el electrocardiograma. Como si me importara.

Como si tuviera si quiera las ganas. como si tan sólo pensara en eso: en morder, en clavar los dientes en el cuero, como si quisiera ver a alguien morder la banqueta, como si tan sólo me tomara la molestia de pensar en eso, en serio.

Tengo un par de alm0hadas bajo la chumpa, tengo un café lleno de tazas y un amanecer decadente.

Ve: si tan sólo hablara en voz baja. Es como soltar a un cerdo en la sala de la casa, pura pestilencia y chillidos exagerados.

V

Él controla mi mente, porque cree que cuando piensa, es mi cerebro el que usa. Él controla mi mente porque cuando habla cree que es mi boca la que pronuncia sus palabras. Él controla mis pasos porque cuando me voy a la mierda... bueno... él cree que soy yo el que lo sigue.

VI

Tengo una espina clavada en el ojo desde hace días.
Tengo un tubo clavado en el pecho hace días.
Tengo la sensación de querer arrancarle la cabeza a alguien desde hace días.

VII

Buenas noches rencores y demonios y fantasmas y desvelos y sin-sabores y gastritis y problemas renales y problemas mentales y problemas pulmonares y problemas universitarios y suspiros minoristas y fotografías y sabiondos-estúpidos-desgraciados-emblemáticos-prejuiciosos-egoístas-egomulas-egoidiotas-habladores-mentirosos-chillones-asqueantes. Buenas noches a uno mismo.