Aquí la vida sigue igual: imposible. Si me vieras. Poco he podido cambiar mis malos hábitos y mis malos rumbos. A veces creo que me estoy volviendo menos sensible a las cosas que deberían importarme. La cuestión es siempre la misma: si deberían importarme, ¿por qué no me importan?
Hace tiempo que todo bajó de volumen en esta vida que sigo cargando. No es la vida que quería, pero nadie me dijo que iba a tener todo lo que quisiera. Soy algo egoísta, mientras todos hacen y hacen y me ponen una parte de sus vidas en las manos, yo sigo dejando caer las cosas, dejando pasar el tiempo.
No sé por qué, todavía hay cosas que duelen demasiado. Como te digo: no sé por qué. Dentro de todo este relajo, todavía pienso en ti.
A veces pienso en ti más de lo que debería y la incertidumbre de no saber si tú todavía pensás en mí, me mantiene todo el día ansioso. Por eso fumo, porque no logro concentrarme, porque no puedo estar mucho tiempo en el mismo lugar sin que me gane la desesperación de querer preguntarte muchas cosas que tal vez ya no tiene sentido saber.
No sé. Mi cerebro no termina de digerir las circunstancias en las que se dieron las cosas y la sensación fea que se siente cada vez que pienso en ti. Cosas que uno ve tan lejos se sienten viven tan cerca y cosas que uno creía tan cercanas parecen ahora estar tan lejos...
Es muchas veces puro miedo, atrofio de ideas, ruptura de suposiciones, desquebrajo de sentimientos, insatisfacción, error, frustración, reflujo, dolor en la boca del estómago.
Sigo igual cosechando puras preguntas, puras cuestiones existenciales, meras banalidades, meras estupideces.
No se siente bien salir a la calle, hacer como que todo está bien, fingir indiferencia.
Puritito sentimiento de abandono.
Sabés, a veces me dan ganas de mandarlo todo al carajo, pero me peleo contra mí mismo porque no puedo aceptar que esto me esté afectando tanto. Para mientras sigo fumando, sigo corriendo, sigo estando donde no estoy, sigo desapareciéndome, haciendo malabares con mi vida, con las demás personas en mi vida.
No sé cómo le has hecho, la verdad, cómo es que no te ha afectado tanto. Cómo es que sos inmune al pesar de la pérdida, al pasar del tiempo, al sentir vacío que me quedó, por ejemplo, a mí.
Supongo que has de estar en la fase de transición a una vida nueva o a alguna falacia de esas. Supongo que estás cerrando con candado el pasado y pensar que yo aquí sigo con las puertas bien abiertas, porque tu pasado es mi presente, y ese es básicamente el problema.
¿Hay más para dar?, demasiado.
Salgo de la oficina, camino cabizbajo, camino por caminar, llego al carro, me subo y lo enciendo. Miro a mi alrededor: el mundo sigue. Yo también sigo, pero dando vueltas. Impulsivo y frenético. Descarriado, inconsistente, insetable. Fracturado del corazón. Acumulando la tierra de los deslaves que dejan los sentimientos fallidos, el desorden, el drama.
No es fácil estar aquí sentado, contemplando el vacío tan lleno que aparece frente a mis ojos. Dejando fluir todas las ideas que se fugan por mis dedos. Prendo un cigarro: fumo. Fumo ahora más que siempre.
El carro se empieza a mover. Yo sigo donde siempre, bien parqueado, atascado, patinando en el lodo.
Sonreí: yo te amo, pero tené cuidado, que tu felicidad poco a poco le va dando paso a mis lágrimas. En eso se ha convertido mi sentir, verte feliz aunque duela. Verte funcionar mientras yo sigo estéril de luz, mientras yo sigo aferrado a la idea ingenua de volverte a tener conmigo.
El viajero se hace el muerto, se queda varado a la orilla del camino.
El cielo es hermoso aquí. Viendo hacia arriba todo el día, se va quedando uno ciego, va volviéndose uno parte del suelo, va echando uno raíces, va convirtiéndose uno en polvo que viaja de a poquito entre el vaivén del viento que me viene a recordar que ya te fuiste.