Hay unos botes, unas botellas de plástico, rodando en la calle. Es lo único que hace ruido en la noche junto al crepitar intermitente de mis dedos presionando las teclas del teclado que escribe estas palabras. Sin embargo, aunque la noche avanza dejando un rastro de soledad con aire frío y sereno, dentro de mi cabeza la historia es otra. Mil palabras en una estampida infernal corriendo sobre mi cerebro.
Ni siquiera una canción convencida me somete el desasosiego.
Paseo por mi cama, halando y estirando la colcha, el poncho, la almohada que siempre pongo a mis pies, todo. Las ideas se fugan y oigo nuevamente el sonido de allá afuera. Los botes rebotando cada vez más cerca.
De pronto se me duerme la lengua. No importa. De todos modos por hoy fueron ya suficientes palabras.
Ni siquiera una canción convencida me somete el desasosiego.
Paseo por mi cama, halando y estirando la colcha, el poncho, la almohada que siempre pongo a mis pies, todo. Las ideas se fugan y oigo nuevamente el sonido de allá afuera. Los botes rebotando cada vez más cerca.
De pronto se me duerme la lengua. No importa. De todos modos por hoy fueron ya suficientes palabras.
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