Desqueriendo

Tal vez mañana tenga su momento, su buen momento. De amarrar un par de cuerdas, de tirar un par de cartas, de relajar el suplicio y levantar nuevamente la mirada. De corromperme nuevamente las ideas y escribir algo mejor que lo presente.

Tal vez mañana tenga al fin algo de sosiego, algo de descanso. Tal vez mañana levante esa foto del suelo y crea que pasó el tiempo sin traer consecuencias.

Quisiera por fin salir de este estado introspectivo de estar examinando ideas, de sacar conclusiones y dejar de pensar en alguien más cuando la miro, cuando la abrazo, cuando la beso. Como que sería más prudente que estar creyendo en las promesas vacías de un futuro.

Tal vez mañana deje de estarme hablando como si fuera necesario que yo mismo me entendiera, como si nadie más pudiera, como si nadie más quisiera.

Tal vez mañana apague los cigarros rezagados, los recuerdos expectantes, las memorias recurrentes, los vacíos constantes y las lagunas mentales. A veces siento necesario dejar de perder hormonas, sentidos e ideas.

¿Cómo harán los grandes árboles de mi vida para mantenerse de pie?, ¿a qué se aferran en el bosque de mi mediocridad ambulante?

Sí, he dejado de ganar poniendo en riesgo todo aquello que no quiero soltar.

Me miento, me resigno, me someto, me extirpo las ganas, me sepulto la voluntad.

En esta mesa de ingenuos se ha dicho algo cierto finalmente: es el último año. El primero del final. El final del quinto. Tomar una mano, regresar al estado de felicidad permanente, besar otros labios, soñar otros sueños, morder otras iras. Todo se viene repitiendo desde siempre.

Finalmente soy la persona más miedosa de todos los círculos y sus uniones e intersecciones.

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