(...)

Empiezo diciendo que estoy triste,
sigo con algo de desesperación
y agrego un poco de frustración al asunto.

Me paso al lado de la rabia
y le coqueteo a las lágrimas forzadas
tan sólo para terminar de regreso en mi desconsuelo.

Me paseo por los rumbos de las culpas indeseadas
y me resbalo un poco con los achaques de la edad.

Empiezo a decir que me siento solo,
que me siento solo en ésto y en todo
y aparte, un perfecto inútil,
un perfecto idiota...

un pobre diablo incapaz.

Así de bonita llegó la vida a mis manos
y así de fácil también se me escurrió por entre los dedos.

Tan triste, tan encabronado, tan estupefacto,
tan zombie, tan estresado y ansioso y dolido,
tan como desilusionado y desquerido:
tan decepcionado de mí y de mis intenciones.

Tan hecho mierda.

Quiero que nadie me llame,
quiero que nadie se de cuenta,
quiero que nadie intente hablarme,
quiero que nadie me pregunte.