Revelación

Hoy tuve una revelación... voy a escribir sobre eso...

Yo soy uno de esos productos que se fabricaron por una generación increíblemente infeliz, simple, pero infeliz. Creo que el haber sobrevivido un terremoto y una santa inquisición militar, dejó sin ganas a mis viejos y a toda su generación, que al final no se lograron quitar su tristeza ni con la música de Rigo Tovar, ni con la de José José, ni con la de Julio Iglesias, ni con la de Juan Gabriel, ni con la de Lucerito, ni con la de Rocío Durcal. Se les impregnó y no había cura para esa mierda.

Los que venían despuecito de ellos resultaron siendo grandes bolos. Bolos olímpicos, kilométricos, bolos groseros, pero finalmente cultos. Digo cultos porque, después de la generación de todos esos escritores que escribieron algo que a uno le dejan de tarea leer en el colegio, ésta generación, la que me antecede, es la única que se ha dedicado a producir algo para leer... algo que vale la pena leer... algo que probablemente mis hijos tengan que leer en el colegio como tarea.

Pues ésta élite de vagos sin rumbo, llevando con orgullo su estandarte de "Vivir rápido y morir rápido también", ha sentado las bases... pero yo no encajo ahí. Hay algo que simplemente no funciona.

Hoy fuí a un conversatorio en el que se tocó el tema de lo que ha sido en la literatura gringa el tal Bukowski... un Señor escritor. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que lo principal, lo característico del tipo era su mierda esa de ser "diferente", de no encajar, de no caber dentro de lo moral o lo socialmente aceptado. Tuve una revelación: yo no puedo encajar porque no me interesa. Para mí ser escritor no es pertenecer... es NO pertenecer... es la fractura constante, esa herida que no sana, el sabor a sal que deja el mar después de una seria arrastrada, el dolor de una patada en la espinilla y el dolor de una espinilla en la cara o en el corazón. Eso es lo que me une a la gente que admiro: a Lennon, a Ghandi, a Monterroso, a García Márquez, a Reznor, a York, a Corgan... lo que tenemos en común... simplemente, que no tenemos algo en común más que eso: el no tener algo en común.

Soy diferente, no es que lo acepte, es que lo proclamo. No tomo hasta emborracharme, no fumo hasta escupir los pulmones, no me drogo y no bailo drogado ni desnudo. Soy virgen y tengo un par de problemas financieros considerables. Algunos problemas de salud, una tesis en Stand By y recurrentes problemas de identidad.

Al carajo con Asturias y sus obras y su Nobel, al carajo Monteforte... al carajo Dardón, Mills, Alejos y Payeras, al carajo Prado y Calvo, al carajo Flores y Bromo... todo se termina terminando. Yo quiero ser un respiro. Por eso escribo, por mí... porque así soy y así siento.

No busco descalificar su ardua tarea literaria, ni su profunda pasión por la autodestrucción. Yo simplemente creo en otros dioses, en otras ramas de otros árboles de otros bosques y otros pantanos.

Me declaro culpable e ignorante, no hay problema. Pero me pregunto, ¿quién escribía como Neruda antes de Neruda y como Asturias antes de Asturias y como Poe antes de Poe y como Baudelaire antes de Baudelaire y como Dante antes de Dante y como Rey Rosa antes de Rey Rosa y como Blake antes de Blake?... yo no sé mucho, yo no sé todo... es probable que apenas contemple la punta del iceberg y tenga algún tipo de orgasmo. Pero esa ingenuidad es mi fuerte, es mi plataforma y la fuente mágica de mi inventiva. Esa ignorancia, ese deseo por conocer conociendo tan poco. Cada día creo haber leído suficiente y quisiera no abrir otro libro, porque por momentos me gana esa idea de querer seguir/imitar a alguien... a algo.

Tal vez se trate de eso en el mundo de las artes: de correr como duendecillos cobaneros detrás de una olla de peltre llena de espejitos al final del arcoiris. No lo sé y a estas alturas, no me importa.

Ése soy yo: tan hostil y tan manso.

Yo NO me pongo un gato en las piernas mientras escribo... yo me pongo un chihuahua en las canillas mientras vomito.