Ésta es la historia de un esposo que por más de 26 años había estado amarrando y amarrando a su esposa. Todos los días y cada vez que ella quería hacer algo y le comentaba sus intenciones, sin decir palabras el tipo le respondía haciéndole un nuevo nudo con el lazo ese que la sociedad llama matrimonio y que algunas mujeres usan para ahorcarse en la cocina, otras para tender la ropa, otras para amarrar al chucho y otras para corregir a sus hijos.
Una noche durante la cena, luego que ella le recriminara todo el tiempo que había perdido a su lado, todas las cosas que había dejado de hacer por él, tantos sueños que se fueron desgastando como el jabón para lavar los trastes sucios y tanto tiempo de no saber de ella misma, él se levantó de la mesa y empezó a caminar en silencio dándole la espalda hacia fuera del comedor. Habría dado unos 8 pasos cuando se detuvo, se volteó y luego de obsequiarle una mirada altiva y orgullosa, le dijo: "Tantos años de dedicarme a hacerte tantos nudos de nudos y sobre cada nudo, otro nudo, y el único nudo que no te he podido hacer es el de la trompa para que te quedés callada por lo menos un ratito... ". Ella se quedó callada un momento con los ojos bien abiertos. Se metió en silencio a la cocina, sacó su lazo del gabinete, se lo amarró al cuello y se ahorcó ahí mismo en la cocina. Ese fue el último nudo en su mentado lazo.
Lo cómico del asunto, es que irónicamente tuvo que hacerse un último nudo la tipa para poder librarse de una vez por todas de todos los demás nudos.
Cosas de la vida...
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