I
(Familia)
(Familia)
A todos nos toca sobrevivir a la familia: ese tumulto de gente que se le parece a uno en los rasgos o en las mañas. Ese montón de tunquitos aglomerados bajo la sombra de no-se-quién-A que en algún momento en la historia se junto con no-se-quién-B, dando inicio a generaciones y generaciones de paridas y entierros, de las cuales hoy somos producto. A veces, producto malempacado.
Paréntesis
(
Estamos ya casi a mediados de noviembre. Noviembre es como un viernes: el viernes es el sábado chiquito - noviembre es entonces un diciembre chiquito. Noviembre es pura preparación, como el momento del año en que viene el ajuste de cuentas con los objetivos y propósitos que se pone uno a principios de año y al mismo tiempo, el momento de planificación de tanto fiesterío loco de fin de año, cierre necesario de toda actividad laboral remunerada: los convivios.
)
Noviembre me hace pensar en la familia. Querer estar con mi familia.
Es más: este año no quisiera celebrar, no quisiera ir a algún lado a tomar cerveza, ni whiskey, ni tequila y menos ron. Más bien quisiera disfrutar un poco a mi familia. Ese manojo de gente que cuento con los dedos de la mano y que apenas he podido ver este año.
II
(Hermanos)
(Hermanos)
Tengo 3 hermanos: un hermano y dos hermanas - Ana María, Juan Carlos y Lucía Fernanda. Mis hermanos más pequeños son gemelos, aunque son más iguales dos piedras que ellos.
Mis hermanos: pequeños revoloteos de vida en mi vida; pequeños intentos de mí; pequeñas efervescencias en mi vaso; viñetas en el listado de mi familia, roces, sonrisas y memorias.
Yo les intenté inculcar a todos esa malamaña de fumar, aunque Lucy, la pequeña, nunca aprendió... o nunca quiso aprender. Ahora que lo pienso, es mejor así porque dentro de todo creo que es un cargo de conciencia menos.
Desde pequeños fuimos enseñados a la orden de las miradas y los pellizcos maternos. Increíble cómo el lenguaje materno se transmite entera y eficientemente a través de la pura mirada y las uñas en la piel.
Desde pequeños: nada de andar en las vecindades, nada de dejarse de los demás niños, nada de hablar más de la cuenta, respeto, respeto, respeto, nada de hablar "malas palabras", nada de mentir, etc. Todo, desde pequeños, porque "desde pequeños van creciendo los patojos".
Mis hermanos: pequeños revoloteos de vida en mi vida; pequeños intentos de mí; pequeñas efervescencias en mi vaso; viñetas en el listado de mi familia, roces, sonrisas y memorias.
Yo les intenté inculcar a todos esa malamaña de fumar, aunque Lucy, la pequeña, nunca aprendió... o nunca quiso aprender. Ahora que lo pienso, es mejor así porque dentro de todo creo que es un cargo de conciencia menos.
Desde pequeños fuimos enseñados a la orden de las miradas y los pellizcos maternos. Increíble cómo el lenguaje materno se transmite entera y eficientemente a través de la pura mirada y las uñas en la piel.
Desde pequeños: nada de andar en las vecindades, nada de dejarse de los demás niños, nada de hablar más de la cuenta, respeto, respeto, respeto, nada de hablar "malas palabras", nada de mentir, etc. Todo, desde pequeños, porque "desde pequeños van creciendo los patojos".
II
(Ana María)
(Ana María)
Ana María y yo nos llevábamos muy bien: todo cambió desde Andrés, su novio. Ahora, nunca la encuentro. Es más, ella ya no me busca. A veces me cuesta verla así tan lejos, pero lejos es mejor que no verla.
Todos los días repite que se casa en septiembre.
Todos los días repite que se casa en septiembre.
IV
(Juan Carlos y Lucy)
(Juan Carlos y Lucy)
Con Juan Carlos y Lucy me cuesta más... es que ellos siempre andan emputados, con el chamuco a flor de piel y la lengua:
- Ah, hombre... ya venís vos con tu chingadera... sho cerote, andate a la mierda... - y hasta allí mi intento de plática.
A veces es difícil lidiar con dos cuasi-jóvenes entre pubertos y mutantes con sus gorras de marca, sus collares típicos, sus pulseritas, sus berrinches, sus intentos, sus desplantes, sus enojos, su desesperanza, su incertidumbre, su frialdad: su distancia.
- Ah, hombre... ya venís vos con tu chingadera... sho cerote, andate a la mierda... - y hasta allí mi intento de plática.
A veces es difícil lidiar con dos cuasi-jóvenes entre pubertos y mutantes con sus gorras de marca, sus collares típicos, sus pulseritas, sus berrinches, sus intentos, sus desplantes, sus enojos, su desesperanza, su incertidumbre, su frialdad: su distancia.
V.I
(Lo que nos une)
(Lo que nos une)
Nos unen:
- El mismo padre y la misma madre.
- El mismo árbol genealógico.
- La década en que nacimos: entre 1,986 y 1,989. Todos en los 80's.
- Medio millar de mentiras.
- Las anécdotas con la muchacha.
- Un par de borracheras.
- Las idas a la casa de mi abuelita (materna).
- Los viajes de fin de año.
- Los desayunos y los almuerzos de los domingos.
- Media docena de entierros.
- Los quéhaceres del domingo.
- La gritadera en las fiestas familiares.
- Un sentimiento heredado de unión, sin querer y sin soltar.
- La pintada de la casa.
- Ver la Academia.
- Los partidos de la selección nacional.
- Las malas palabras y los malos intentos.
- La quemadera de estrellitas, volcancitos, canchinflines y cuetes de fin de año.
- 2 ó 3 abrazos al año.
V.II
(Lo que nos separa)
(Lo que nos separa)
El tiempo y la conciencia.
(...)
Me voy a dejar de extirpar las ideas de la frente... mejor dejo que se acumulen para cuando necesite recordar lo importante. Esta semana se acaba, me deja, me espanta y me asombra. Creo que la he distribuido eficientemente entre el estrés, la soledad colectiva, el frío y el desvelo.
0 comentarios:
Publicar un comentario