Gracias Doctor, la verdad siempre fue algo difícil para mí si quiera imaginarme frente a alguien contándole mi vida... siempre me he considerado una persona, cómo decirle, pues, socialmente "recatada". Siento que todo ha bajado de volumen últimamente, como si las cosas que solían tener importancia han bajado de nivel, como si se hubieran reordenado mis prioridades. No sé. Creo por momentos que estoy deprimido, pero por momentos siento también que simplemente soy un haraganote, despreocupado y mediocre que no está interesado en hacer algo de su vida. Y es que al final, ¿para qué hacer algo?...
Tengo ganas por ratitos de irme a meter al closet cerrar la puerta y dejar simplemente de preocuparme. Es que siento que es así de simple: soy una isla, una isla que se toma 20 tazas de café al día y que no respeta su cuerpo, que trasnocha, pero hasta para trasnochar es estúpido y mediocre porque nunca es parrandeando, simplemente ha sido preocupándome. Preocupándome de que la gente no crea que yo quiero ser alguien... óigame bien, que NO crean que quiero ser alguien y generalmente le doy más prioridad a la gente que no me toma en serio que a la gente que cree en mí. Le soy sincero, nunca pretendí eso. Me refiero a eso de que la gente crea en mí, aunque lo consideré por algunos años importante. Creo que tantos años recibiendo buenos comentarios sobre lo que la gente veía en mí, me creó mala fama... no me malinterprete, nunca he querido ser malo, es sólo que nunca me ha importado menos que ahora. Lo más difícil es el tener que cargar con las palabras de la gente cuestionándome, leyéndome buscándome faltas, empecinada en descubrir mis fallos, cuando nunca pretendí ser perfecto... aunque un par de veces me cruzó por la cabeza tragarme esa idea.
Entiendo si se quiere reír, pero es simplemente que ya no me importa. Ya no me importa sonar ni que me vean: ya no me importa. El problema es que la gente así lo ve, como si me importara, como si esas fueran mis intenciones. Finalmente terminan con la idea de mí como un gran mediocre, farsante, mentiroso e impuntual. Un gran jinete de las palabras y un mal amigo.
¿Tiene algo de malo esto... que la gente no me importe?. Por mucho tiempo quise una sonrisa, una mirada, un gesto amable que me permitiera entrarme de lleno ya, de una vez por todas. Creo que uno de mis más grandes descubrimientos fue realizar el hecho de que la gente siempre tiene algo que decir acerca de mí, como si realmente me conociera, como si tuviera algún tipo de dominio total sobre una clase que lleva mi nombre, que me estudia a mí, que me mide a mí, que habla sobre mí. Como si yo fuera especial, que de hecho debo decir que sí lo soy. No me considero parte de algo y quizás ese es uno de los problemas. Me dicen que qué mal que no me preocupe la situación y qué mal que la gente me quiera y que no tenga el amor a su medida para devolverles el favor de que me quieran. Me dicen que está mal que crea en algo y que no crea en ellos cuando ellos creen en mí, me dicen que está mal respetarme como soy, pienso y siento. Me dicen que le pegue un tiro a mi consciencia, que me relaje y que me vaya pacíficamente con la corriente. ¡Qué calamidad!
Yo honestamente, no me considero el peor de los malos, aunque por momentos me creyera el papel. Llámadas perdidas, correos sin contestar, promesas vacías, tratos incompletos, intenciones ocultas y apretones de manos, todo al servicio de mi crítica. La gente no quiere mis razones: a la gente sólo le importa tener un motivo para ser feliz, para vivir, para entender que su mera existencia es un milagro.
Permítame un segundo... voy por un vasito de agua pura... esta transferencia de ideas me sobrecargó la memoria.
Tengo ganas por ratitos de irme a meter al closet cerrar la puerta y dejar simplemente de preocuparme. Es que siento que es así de simple: soy una isla, una isla que se toma 20 tazas de café al día y que no respeta su cuerpo, que trasnocha, pero hasta para trasnochar es estúpido y mediocre porque nunca es parrandeando, simplemente ha sido preocupándome. Preocupándome de que la gente no crea que yo quiero ser alguien... óigame bien, que NO crean que quiero ser alguien y generalmente le doy más prioridad a la gente que no me toma en serio que a la gente que cree en mí. Le soy sincero, nunca pretendí eso. Me refiero a eso de que la gente crea en mí, aunque lo consideré por algunos años importante. Creo que tantos años recibiendo buenos comentarios sobre lo que la gente veía en mí, me creó mala fama... no me malinterprete, nunca he querido ser malo, es sólo que nunca me ha importado menos que ahora. Lo más difícil es el tener que cargar con las palabras de la gente cuestionándome, leyéndome buscándome faltas, empecinada en descubrir mis fallos, cuando nunca pretendí ser perfecto... aunque un par de veces me cruzó por la cabeza tragarme esa idea.
Entiendo si se quiere reír, pero es simplemente que ya no me importa. Ya no me importa sonar ni que me vean: ya no me importa. El problema es que la gente así lo ve, como si me importara, como si esas fueran mis intenciones. Finalmente terminan con la idea de mí como un gran mediocre, farsante, mentiroso e impuntual. Un gran jinete de las palabras y un mal amigo.
¿Tiene algo de malo esto... que la gente no me importe?. Por mucho tiempo quise una sonrisa, una mirada, un gesto amable que me permitiera entrarme de lleno ya, de una vez por todas. Creo que uno de mis más grandes descubrimientos fue realizar el hecho de que la gente siempre tiene algo que decir acerca de mí, como si realmente me conociera, como si tuviera algún tipo de dominio total sobre una clase que lleva mi nombre, que me estudia a mí, que me mide a mí, que habla sobre mí. Como si yo fuera especial, que de hecho debo decir que sí lo soy. No me considero parte de algo y quizás ese es uno de los problemas. Me dicen que qué mal que no me preocupe la situación y qué mal que la gente me quiera y que no tenga el amor a su medida para devolverles el favor de que me quieran. Me dicen que está mal que crea en algo y que no crea en ellos cuando ellos creen en mí, me dicen que está mal respetarme como soy, pienso y siento. Me dicen que le pegue un tiro a mi consciencia, que me relaje y que me vaya pacíficamente con la corriente. ¡Qué calamidad!
Yo honestamente, no me considero el peor de los malos, aunque por momentos me creyera el papel. Llámadas perdidas, correos sin contestar, promesas vacías, tratos incompletos, intenciones ocultas y apretones de manos, todo al servicio de mi crítica. La gente no quiere mis razones: a la gente sólo le importa tener un motivo para ser feliz, para vivir, para entender que su mera existencia es un milagro.
Permítame un segundo... voy por un vasito de agua pura... esta transferencia de ideas me sobrecargó la memoria.
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