Minotauro

Ayer por la tarde sucedió lo que tanto había temido: se materializó el pequeño demonio que llevaba escondido en la guantera del carro. De imagen mental a toro, un toro corpulento, inmenso, peludo, apenas con forma, como una bola gigante de garabatos de niños de kinder, negro como la noche, como el carbón, como el miedo, como el color de lo inexistente.

Ayer pasó lo irremediable: se me apareció el toro mientras dormía, soñando con algún momento lujurioso o alguna estampida de hormonas en ebullición, a punto de convertirse en aire y esparcirse por el sexo de alguna fémina que no conozco.

El toro entró en mi cuarto mientras soñaba que tenía un sueño y que soñaba con los sueños de todo el mundo. El inmenso toro, el bucéfalo, arrastraba los testículos color malva emitiendo un sonido indescriptible. Eso fue lo que en principio me alertó: el sonar de sus testículos arrastrándose como ánimas por el suelo, como pequeños borrachines que van caminando lentamente, luego de la jerga y el exceso.

Escalofríos en la espalda, sudor en la frente, temblor en las manos, perplejidad en la mirada: yo con miedo.

El toro se sienta a mi lado, sobre sus huevos, se acerca a mi oído, escucho su chillido al respirar, su ronquido al respirar, el sonido de su saliva efervescente, de su baba crepitante, del infierno que lleva dentro. El torobuey (por su gran tamaño lo creo buey) habla, me cuenta una historia de amor, lentamente, detalle a detalle, mientras consumo las ganas sexuales inmerso en las carnes de la fémina ardiente.

El orgasmo se aproxima, entra al cuarto también, corriendo, con una prisa endiablada. La féminasinrostro se mueve de un lado a otro en una danza pagana, con locura desmedida, extraviada entre mis carnes. El orgasmo se me queda viendo, sonríe, salta y cae sobre mí. El torobuey se me cuela por el oído, se instala en mi cuerpo, cierro los ojos: todo ha pasado. He terminado el acto.

Desde hoy soy un Minotauro, un Minotauro llorón, un nostálgico empedernido, no el mítico ser cubista de Picasso, más bien un esférico y simple Minotauro que extraña, un Minotauro visiblemente humano, invisiblemente toro.

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