Te levantás, titubeás, bloqueás tu sesión y te movés: caminás. Caminás viendo el piso, línea a línea pasando, uniendo y separando a la vez cada bloque de piso que se desliza bajo tus tacones Nine West nuevos. Tenés todo, lo sé, pero sólo todo lo que querés y no siempre lo que queremos es lo que necesitamos, como dijo aquel poeta olvidado. Pobre bolo pisado, si supiera que aquí estoy hoy escondiéndome detrás de un whiskey barato, utilizando su frase embriagada para empezar un relato.
Contemplás tu taza llenándose de líquido oscuro, el café mañanero. Pensás en el fin de semana pasado y sus consecuencias, sus complicaciones, su vacío inevitable, incontenible. Dejás la memoria descansar en su resaca. Inicias el viaje al futuro, al fin de semana que viene y la historia parece repetirse. Repasás el itinerario, repitiendo momentos de viernes pasados, te movés a otro bar, a otro lugar de moda, a otro antro de niños con el miembro en llamas, de niñas con el trasero encendido. Cambiás de caras, cambiás de amigos, cambiás de escote y lencería. Cambiás el nombre de tu provocador sexual. Te imaginás nuevamente rebotando contra la gente, ensuciándote de sus esencias corporales, de sus flujos y sus secretos desconocidos y descomunales. Te embriagás de la ciudad y la ciudad se mezcla con tus ganas. Aquí no hay sustantivos: sólo verbos.
Yo detrás de ti, esperando a veces, corriendo a veces, observándote a veces.
Terminás el ritual de meditar mientrás llenás tu taza. Te volteás, me mirás y pasás a mi lado... de lejitos, nada de saludos, nada de besos, nada de abrazos. No sé si es parte de tu juego y tu concepto de flirtreo esto de no tener contacto físico con la gente. Especialmente con los hombres, especialmente conmigo. Así sos en la oficina, así de fría, así de distante y lejana y llena de mierdas. Así sos conmigo. Así sos cuando estoy frente a vos.
Hoy venís de falda, falda desde la cintura hasta las pantorrillas. Apenas si logro ver el pálido brillante de tus piernas. Blusa blanca, botones y cuello, todo suspendido de una corbatita negra. Un conjunto ideal-perfecto para dibujarte en un par de fantasías que bien podríamos llamar eróticas. Igual, para mí siempre andás desnuda. No sé si te has dado cuenta. A veces paso un buen rato, luego de verte pasar frente a la ventana de mi oficina, poniéndole detalles a tu cuerpo en mi cabeza, imaginando tus pezones y decidiendo si pintarlos rosados o canela, poniéndote y quitándote lunares acá o allá, dependiendo de mi humor, a veces inclusive, poniéndote cicatrices o tatuajes en lugares que generalmente serían comunes para dibujar algún alacrán, algún tigre, algún entramado tribal o qué se yo, una araña, una viuda negra o mi nombre por ejemplo. En fin...
Vos sos la dueña de mis ilusiones, de mis fantasías, la promesa de un futuro con futuro. Pero a veces creo que no te interesa. O tal vez no lo sabés todavía. Más creo que no lo querés aceptar, porque finalmente seguís caminando sin dirigirme la palabra, ni la mirada, ni las manos, ni las piernas...
Hay días que me hablás en el messenger. Me saludás. Yo te imagino teniendo una videollamada. Te miro meneándote, contonéandote, desnudándote al ritmo de alguna canción oscura o un tango, yo qué sé. La cosa es que las cosas crecen, se estiran, se retuercen y de éste lado, siempre algún dolor resentido del "poder pero no poder".
"¿Por qué sos tan callada?", te voy a preguntar algún día, cuando coincidamos en el elevador. Ese día dejaré de estar husmeando entre los pliegues de tu blusa queriéndo verte el "brasier" o su contenido de proporciones exactas. Lo más seguro es que ni me voltiés a ver o si lo hacés sea para regalarme una mirada que gritando: "Qué te importa...". ¿No te das cuenta que el tiempo se nos va poco a poco, día con día?, un día de éstos echan a la mierda a alguno de los dos y se nos descalabran los planes.
Creo por ratos que soy un perfecto imbécil. Me requiero a mí mismo dejar estas ideas de puberto caliente y madurar un poco. Nunca lo logro y vos seguís ahí, entre mis sueños de grandeza y mi resentimiento social.
En fin, cuando te decidás algún día finalmente y dejés de ser tan insegura, me avisás para que dejemos de vivir éste nuestro affair de oficina al que sólo yo parezco hacerle ganas, porque vos sólo te dedicás a coquetearme mientras sacás las copias, mientras engrapás unas hojas, mientras hablás por teléfono, mientras calentás tu comida y hasta cuando te servís tu tacita de café a las 8:15 de la mañana.
Ya me cansé de fingir que no nos conocemos, aunque no sé ni tu nombre. Ya me cansé de verte fingir con tu novio cuando viene a recogerte al salir de la oficina, como si lo quisieras, cuando bien sabemos que tu corazón es mío. Ya me cansé de que no me dirijás la palabra y que me ignorés cuando te saludo del otro lado de la ventana de ésta oficina, de éste rincón en el que me tenés olvidado. Ya me cansé de preguntarme a diario cuando te miro "¿de qué color traerá hoy los pezones?".
Contemplás tu taza llenándose de líquido oscuro, el café mañanero. Pensás en el fin de semana pasado y sus consecuencias, sus complicaciones, su vacío inevitable, incontenible. Dejás la memoria descansar en su resaca. Inicias el viaje al futuro, al fin de semana que viene y la historia parece repetirse. Repasás el itinerario, repitiendo momentos de viernes pasados, te movés a otro bar, a otro lugar de moda, a otro antro de niños con el miembro en llamas, de niñas con el trasero encendido. Cambiás de caras, cambiás de amigos, cambiás de escote y lencería. Cambiás el nombre de tu provocador sexual. Te imaginás nuevamente rebotando contra la gente, ensuciándote de sus esencias corporales, de sus flujos y sus secretos desconocidos y descomunales. Te embriagás de la ciudad y la ciudad se mezcla con tus ganas. Aquí no hay sustantivos: sólo verbos.
Yo detrás de ti, esperando a veces, corriendo a veces, observándote a veces.
Terminás el ritual de meditar mientrás llenás tu taza. Te volteás, me mirás y pasás a mi lado... de lejitos, nada de saludos, nada de besos, nada de abrazos. No sé si es parte de tu juego y tu concepto de flirtreo esto de no tener contacto físico con la gente. Especialmente con los hombres, especialmente conmigo. Así sos en la oficina, así de fría, así de distante y lejana y llena de mierdas. Así sos conmigo. Así sos cuando estoy frente a vos.
Hoy venís de falda, falda desde la cintura hasta las pantorrillas. Apenas si logro ver el pálido brillante de tus piernas. Blusa blanca, botones y cuello, todo suspendido de una corbatita negra. Un conjunto ideal-perfecto para dibujarte en un par de fantasías que bien podríamos llamar eróticas. Igual, para mí siempre andás desnuda. No sé si te has dado cuenta. A veces paso un buen rato, luego de verte pasar frente a la ventana de mi oficina, poniéndole detalles a tu cuerpo en mi cabeza, imaginando tus pezones y decidiendo si pintarlos rosados o canela, poniéndote y quitándote lunares acá o allá, dependiendo de mi humor, a veces inclusive, poniéndote cicatrices o tatuajes en lugares que generalmente serían comunes para dibujar algún alacrán, algún tigre, algún entramado tribal o qué se yo, una araña, una viuda negra o mi nombre por ejemplo. En fin...
Vos sos la dueña de mis ilusiones, de mis fantasías, la promesa de un futuro con futuro. Pero a veces creo que no te interesa. O tal vez no lo sabés todavía. Más creo que no lo querés aceptar, porque finalmente seguís caminando sin dirigirme la palabra, ni la mirada, ni las manos, ni las piernas...
Hay días que me hablás en el messenger. Me saludás. Yo te imagino teniendo una videollamada. Te miro meneándote, contonéandote, desnudándote al ritmo de alguna canción oscura o un tango, yo qué sé. La cosa es que las cosas crecen, se estiran, se retuercen y de éste lado, siempre algún dolor resentido del "poder pero no poder".
"¿Por qué sos tan callada?", te voy a preguntar algún día, cuando coincidamos en el elevador. Ese día dejaré de estar husmeando entre los pliegues de tu blusa queriéndo verte el "brasier" o su contenido de proporciones exactas. Lo más seguro es que ni me voltiés a ver o si lo hacés sea para regalarme una mirada que gritando: "Qué te importa...". ¿No te das cuenta que el tiempo se nos va poco a poco, día con día?, un día de éstos echan a la mierda a alguno de los dos y se nos descalabran los planes.
Creo por ratos que soy un perfecto imbécil. Me requiero a mí mismo dejar estas ideas de puberto caliente y madurar un poco. Nunca lo logro y vos seguís ahí, entre mis sueños de grandeza y mi resentimiento social.
En fin, cuando te decidás algún día finalmente y dejés de ser tan insegura, me avisás para que dejemos de vivir éste nuestro affair de oficina al que sólo yo parezco hacerle ganas, porque vos sólo te dedicás a coquetearme mientras sacás las copias, mientras engrapás unas hojas, mientras hablás por teléfono, mientras calentás tu comida y hasta cuando te servís tu tacita de café a las 8:15 de la mañana.
Ya me cansé de fingir que no nos conocemos, aunque no sé ni tu nombre. Ya me cansé de verte fingir con tu novio cuando viene a recogerte al salir de la oficina, como si lo quisieras, cuando bien sabemos que tu corazón es mío. Ya me cansé de que no me dirijás la palabra y que me ignorés cuando te saludo del otro lado de la ventana de ésta oficina, de éste rincón en el que me tenés olvidado. Ya me cansé de preguntarme a diario cuando te miro "¿de qué color traerá hoy los pezones?".
1 comentarios:
Que hermoso! muy interesante, muy atractivo!!!!
Saludos.
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