Minuto a minuto, se gasta los dedos restregándolos unos contra otros y malgasta sus neuronas chocándolas unas contra otras. Minuto a minuto, el tiempo avanza. Se entrega a un cigarro; se cuelga de él. Lo enciende e inhala, chupa, extrae humo. Disimula el estrés en los codos. Tiene estrés hasta en los codos.
Hoy no está aquí, y finalmente ha decidido culpar al café: “Ya lo decidí: es por el café… demasiado café”. Tiene ganas de partirle el cráneo a alguien porque la frustración se le ha materializado en un pedazo de hoja de papel periódico, un código programático fallido y una hoja de cálculo desordenada medio rota. Calificación: reprobado.
Hoy no está aquí, y finalmente ha decidido culpar al café: “Ya lo decidí: es por el café… demasiado café”. Tiene ganas de partirle el cráneo a alguien porque la frustración se le ha materializado en un pedazo de hoja de papel periódico, un código programático fallido y una hoja de cálculo desordenada medio rota. Calificación: reprobado.
Se disfraza de cigarro, se disfraza de humo de cigarro. Está en un estado inestable, ambivalente, donde nada lo contiene, nada lo llena: ni ella, ni nada.
Se cuelga de nuevo del cigarro y divaga un poco: se imagina de nuevo en el salón, sentado, escribiendo códigos binarios y rayando las hojas con ideas que no tienen esperanza… la mayor parte está mala. Qué más da. Repito: hoy no está aquí. Piensa: "... si hubiera estudiado algo...".
Inserta el objeto de su angustia en el buzón de los pecados y se aleja. Prende un cigarro.
Aquí inicia este escrito: él enciende un cigarro. Camina desorientado, perdido, más por inercia que persiguiendo algún objetivo. Así ha sido últimamente, consumido por su mente, se ha olvidado de vivir aquí afuera; de tocar, de sentir, de ver y besar y agarrar de la mano, de decir lo más importante y callar lo que debe. Finalmente ha decidido culpar al café.
Todos se riegan, y arman y desarman, y explotan y gritan y corren; todos se movilizan a su alrededor, mas ninguno de los secundarios es importante, sólo él y sus ideas. El café, la culpa del café, el humo rodeando cual planta parásita, su mente dando giros de 360 grados, convulsionando: en coma.
Ya no quiere tratar, sólo preguntarse día y noche y responder, bien o mal, no importa. Responder es lo que importa, tener algo qué decir, tener algo que simule si quiera una razón.
Inhala humo de nuevo, luego lo exhala lentamente creando ese efecto alucinante de neblina grisácea sofocándolo todo, atrapándonos y haciéndonos invisibles. ESO ES LO QUE QUIERO: SER INVISIBLE.
Mientras camina y fuma y cavila, se olvida de lo que es y lo que tiene. Se visualiza sentado en un café cualquiera, solo, con una cajetilla a la mitad, un café bien cargado, negro, bueno, sin azúcar; observando a los transeúntes vivir o pseudo-vivir, sobrevivir más que todo. Toma un poco de café y sella de nuevo la boca. Su mente se pone en neutro y simplemente se pierde en un punto infinito de algún punto infinito. Nuevamente se extravía para terminar colgado de un cigarro.
¿Fumar es la salvación?, ¿de qué?, ¿está él perdiendo el sentido?
-/-
Llego hasta aquí, realmente no sé cómo, pero aquí estoy. Vine caminando paso a paso, lentamente; me dejé crecer la barba, me empecé a creer algunas cosas, algunas cosas que nunca creí llegar a creer que creería, he puesto todo de todo sobre la mesa, sobre la cama y finalmente me nacieron los ojos y los labios y luego un intento de corazón.
Ahora quiero manos.
No me importa que ya no sirvan, porque sé bien y acepto, que las cosas tienen que cambiar. Van a cambiar. No importa realmente si algo cambia.
¿Qué pienso?, ¿qué siento?, ¿qué me provoca todo esto? -- muy fácil: fumar. Uno tras otro. Como nunca, como antes.
Y termino donde todo empezó: tengo ganas de un cigarro. ¿Alguien tiene fuego?
Domingo, 29 de Mayo de 2005, 12:03:32 p.m.
1 comentarios:
Si fumara seguro ya me hubiese colgado a él... pero conozco bien ese punto... y culpo al café!
Que buen post!!!
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