Al parecer, a aquella alma en pena que se me cruzó en algún momento de mi vida, le pareció chistoso creer que esa era la canción que haría mantener viva su existencia en mi cabeza, como algún tipo de maldición gitana que no pasa, como un encanto fantástico que nunca tendrá final feliz, como algún tipo de grillete atado al pie de un tonto masoquista que no deja dormir los muertos y menos a sus memorias recurrentes. Esas memorias que parecen algún tipo de reflujo del alma que va y viene y revive con las notas de la mentada canción, al punto de volverse un himno en honor de esa materia viscosa que se llama memoria. ¿Por qué insistimos en revivir tantos malos momentos, tantas malas intenciones?
Pues para ese fantasma que ya no significa más que un nombre en una lista de algún top 5 en mi vida, le pareció bonita la idea. Sádica la tipa… gélida, fría, tiesa… muerta.
Ahora viene mi ángel, mi dulce tentación, la que amalgama todos mis deseos, mis fantasías y mis realidades; llega ella y mientras escucha inocentemente la canción, en silencio, empieza a danzar por todo el centro comercial, con los ojos cerrados, con una sonrisa dibujada en su boquita de algodón dando mil vueltas suavemente, casi flotando, casi elevándose sobre mí, para luego descender lentamente y regresar al punto exacto desde donde yo la observo. - Cuando ya no nos queramos, dedicame esa canción –me dice mientras me abraza y me planta un beso de piquito. A continuación cierra los ojos y me lleva entre sus brazos en dirección al cielo, siempre danzando, siempre flotando.
Entiendo que el principio del tormento ha pasado a ser el final de un sueño y el significado toma forma en una historia sin fin. En ésta nuestra historia sin fin.
Yo la miro con los ojos bien abiertos, fijamente, y con el alma sumida en una paz tibia y amarilla. Ella ha roto el maleficio, ella y su vuelo danzante o su danza aérea, que es lo mismo.
En el fondo se escucha a lo lejos: “… hay una cosa que yo no te he dicho aún, que mis problemas ¿sabes qué? se llaman tú… “.
Bailamos, sobre todos, hasta que cierro los ojos y me duermo para despertar jamás.
“… y te me vas con ésta historia entre tus dedos.”
1 comentarios:
Excelente!!! Gracias por la receta, empezaré a romper meleficios jejeje
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