¿Sabés qué?, tenés razón. Yo me gané todo esto: las chancletas, las alas, la cola, los 37 ojos en la espalda, las escamas, la playera de la UCN, la foto de Colom con el almanaque en la parte de atrás... las arañas (neeerviosss), los puntos, las letras, las grapas, el guacamol. Yo me gané también tu presencia y tu cerumen. Yo me lo busqué todo. Ahí, por andar saltando en los charcos; por andar fumando arcoiris; por andar amarrándome bolsas para basura en el cuello.
Yo era tan bueno, al extremo de llegar a ser simpático y sociable, pero terminé aquí mirá vos, al final de cuentas, bañado en chocolate, todo cochino, todo callado, todo metido en mis pensamientos de algodón y poliéster.
Mejor me hubiera quedado transformando hojas en astronautas o convirtiendo gatos en rinocerontes. Así era mejor, así era más tranquilo todo. Así me respetaba un poco esa patoja mocosa. Toda gorda está ahora, la ishta esa, ahora que tiene traido, ahora que ya no lee estas cosas que escribo. Ahora que es acróbata y se cree la mera tos con flema. Esa payasa, se parece mucho a vos, pero ella tiene algo de ingenuidad novedosa. No sé, es que a veces vos te sentís tan pasado de moda, tan exagerado, tan pataleandoporquedartedondeyanotenésqueestar. No sé, realmente no sé. Ya ni sentarme a tomar limonada caliente con vos es divertido.
También me he vuelto cascarrabias, yo sé. Ni modo que no lo sepa si ni yo mismo me aguanto esta mi etapa involutiva. Teclear esto es más fácil y más económico que irte a arrancar los dientes o a rayarte las patas de cocodrilo.
Vos sos el tamborileo constante, el sonidero ambulante, el pachangoso sin ritmo, el gritón cizañudo, el ano de coche (¿te acordás?), el veneno recurrente y obstinado. El machete sin filo, el raptor desnutrido.
Yo me merezco todo esto, eso no lo niego, lo que me jode es que no sé cuánto tiempo va a ser suficiente. Reverberante comemierda, resonante y estridente amigo mío: directo al corazón del cerdo.
Mostrando entradas con la etiqueta relato. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta relato. Mostrar todas las entradas
Duermo en calzoncillo
Al final de cuentas, la tranquilidad mental,
o sea, la conciencia tranquila, no radica
en lo que hacemos, sino en cómo nos sentimos
cuando hacemos eso que hacemos
(o dejamos de hacer).
o sea, la conciencia tranquila, no radica
en lo que hacemos, sino en cómo nos sentimos
cuando hacemos eso que hacemos
(o dejamos de hacer).
Llevo dos meses sin fumar, creo. Entro a este cuarto por momentos tan lleno y por ratos tan vacío. Tan inerte, tan incompleto; hay tan poco de mí entre estas cuatro paredes. Sin embargo, aunque me cuesta aceptarlo, hay mucho acá de todo eso que por tanto tiempo me he creído, de todo eso que según yo, soy yo.
Entro y esta vez no traigo un bolsón colgando de la espalda. No enciendo la luz, calculo que no será necesario. Camino. Me zafo el primer zapato y pongo el pie en el piso y al instante siento cómo el piso absorbe algo de mí. Lo sé, este cuarto me chupa la vida al primer contacto.
Me quito el segundo zapato y camino para sentarme en la cama. Ahora parezco un zombie: la mirada perdida, completamente callado, apenas me muevo, apenas parpadeo, apenas respiro.
Por un rato contemplo el vacío sólo para serciorarme que este espacio está así, completamente vacío. Me levanto, me saco la camisa del pantalón y me empiezo a desabrochar el cincho para poder librarme del pantalón. Recojo el pantalón triste y moribundo del suelo. Lo doblo. "Este me lo pongo pasado mañana", pienso.
Encima nada más que un suéter, sobre la camisa de vestir gris de manga larga. La corbata aún sigue en su intento por estrangularme. El calzoncillo blanco, McGregor (es cosa de hombres) brilla en la oscuridad, mientras todo lo demás son puras siluetas en medio de la nada oscura que es la noche.
Me acuesto. Miro el techo, deformo el techo, parto el techo, quemo el techo, derrito el techo, hago pica pica el techo. Suelto un pedo. Sonrío. Se me va media hora y yo, con los brazos bien abiertos, con las piernas peladas, en calzoncillo al aire y con la corbata aún puesta, en mi tarea horizontal de contemplar el cielo a través del techo. La luna, quiero pensar, hace lo mismo, tratando de verme a mí.
Me muevo de vez en cuando. Quiero creer que aún estoy vivo. Quiero creer que aún puedo moverme. Dios obra en formas misteriosas; yo simplemente duermo en calzoncillo.
Mínimo
Publicado por
Jorge+
Etiquetas:
idea,
pensamiento,
relato
Comentarios: (1)
Comentarios: (1)
mínimo.
tan mínimo como la mosca terca que se instala en mi cuarto
para ver televisión desde mi rodilla.
así me siento: mínimo.
tan mínimo que escribo en minúsculas,
y a pesar de lo que yo mismo pudiera creer,
no me importa.
Dejá la bocina en paz
- Vos, dejá de tocar la bocina, porfa...
- ¡Pero es que mirá a ese pedazo de marranada, mano!... me dan ganas de bajarme y romperle la morra con la llave de chuchos...
- ¿Y qué vas a ganar con eso?... llevás como 5 minutos tocando la bocina puro pendejo y el tipo sigue parado... entendé que el tipo no se va a mover, ni porque toqués la bocina con todas tus fuerzas hasta que te desmayés...
- Me pela, ¡me pela!... que entienda el hijueputa... que sepa que la está cagando...
- Mirá pues: si seguís tocando esa bocina por 15 segundos más, el tipo se va a bajar de su picopito son una pistola en la mano y lo último que vas a ver va a ser una pequeña bala acercándose a 325 metros por segundo para incrustarse justo entre tus ojos antes de que si quiera podás pestañear. Probablemente lo último que sintás sea la misma bala cortando cualquier circuito en tu cerebro... y la última idea que tu cerebro procese sea un pantallazo azul al mejor estilo Windows.
... 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1...
- ¡Pero es que mirá a ese pedazo de marranada, mano!... me dan ganas de bajarme y romperle la morra con la llave de chuchos...
- ¿Y qué vas a ganar con eso?... llevás como 5 minutos tocando la bocina puro pendejo y el tipo sigue parado... entendé que el tipo no se va a mover, ni porque toqués la bocina con todas tus fuerzas hasta que te desmayés...
- Me pela, ¡me pela!... que entienda el hijueputa... que sepa que la está cagando...
- Mirá pues: si seguís tocando esa bocina por 15 segundos más, el tipo se va a bajar de su picopito son una pistola en la mano y lo último que vas a ver va a ser una pequeña bala acercándose a 325 metros por segundo para incrustarse justo entre tus ojos antes de que si quiera podás pestañear. Probablemente lo último que sintás sea la misma bala cortando cualquier circuito en tu cerebro... y la última idea que tu cerebro procese sea un pantallazo azul al mejor estilo Windows.
... 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1...