Dos mil tres

A veces imagino una tarde de marzo,recuerdo,
un carro ajeno desplazándose por el boulevard principal
ese hilo gris que es el asfalto
atravesando de un lado a otro ciudad san cristóbal
entre hileras continuas de árboles metálicos
y luces artificiales apagadas.

Manos escapando por las ventanas,
cigarros prendidos enrrollados entre los dedos,
promesas y canciones en el aire,
ideas extraviadas de 5 jóvenes buscando lo que no conocen
corriendo hacia el ocaso.

Navegantes galácticos
cocodrilos astronautas
mensajeros paquidérmicos
soldados del olvido,
pequeños demonios de la nada.

Ahí vamos, desterrados,
entre amores de patojas traicioneras
entre espinas de rosas venenosas
a toda velocidad por el boulevard infinito
de éste mundo aparte (ciudad san cristóbal),
subiendo la vereda del sol poniente
escalando la escalera de la continua decadencia,
marionetas de una venganza cósmica,
entre las ratas de corbata y guayaba,
desinteresados de las preocupaciones laborales y tributarias.
ahogados para siempre, ahí vamos,
por la carretera de la desilusión intermitente
de las rupturas para siempre,
amarrados por pura soledad compartida,
libres por la simple idea de la juventud inmediata,
soñando con algún día cambiar el mundo
por una manzana o una tortuga gigante,
para poder escapar haca algún lado, sin importar hacia dónde,
montados en los caballos traslúcidos
que se forma el contoneo del humo que se nos escapa de los dedos.

¿Te acordás de esa vez?
Es que yo sueño con ella todas las noches...

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