Supernada

David, el hacendoso, David el callado, ese David maquinando la salvación del mundo en su cabeza.

Cuando David era pequeño se lo propuso: salvaría el mundo. Siendo producto de una familia, unos padres y una ideología humilde, salvar al mundo era posible, porque es un hecho que mientras más pobreza existe, más realizable es el mundo imaginario. Es así de simple. La mente maquina.

David creció con sus compañeros de la escuela, y mientras todos corrían entre la maleza, saltaban en los charcos y ponían sus zompopos de mayo a luchar, David aguardaba en silencio, siempre callado, siempre meditando, siempre a la espera de la ocasión y el momento exacto en que adquiriría algún tipo de super poderes, en que las fuerzas superiores le contactarían para contarle el plan maestro del cual era parte. El lo sabía, lo sabía como sabe uno a qué saben las tortillas. Era sólo cuestión de tiempo.

En los pueblos alejados de la ciudad, metidos en la boca de lo lejano, en las muelas del olvido, es de suponer que el principal motor para la imaginación de los niños es la televisión nacional y su peculiar franja infantil. Los robots, los gokús, los caballeros, los aviones y los autos fantásticos dibujan el contorno de las ideas para los chirices.

David siguió creciendo, entre machetes y olor a tortilla por la mañana, al medio día y en la noche, colándose en su cuarto a través de la cortina. Todo pasaba; se sembraba, maduraba, se cortaba y se vendía, o se comía en el almuerzo, lo que hiciera más falta. Pero entre todo, la idea de David se mantenía firme, no cambiaba, se volvió cada vez más fuerte, al extremo de tomar su futuro heróico como su razón para soportar abusos de parte del borracho de su papá, que llegaba bolo los viernes y les caía a pijazos a sus 8 hijos y a la tarada de su esposa, - es sólo una prueba que me hará más fuerte... - se mentalizaba - algún tipo de entrenamiento superior que me hará poder subir al siguiente nivel, elevar mi Ki, convertirme en Sayayin.

El machete ensangrentado, aún con restos de pelo y carne aferrados al filo, navegaba errante por el río mientras David luchaba todavía por regresar a este mundo. No todos los días se ve tanta sangre.

David salió un día del pueblo para no volver. En su mochila nada de recuerdos, nada de memorias. Comprendió, aún con sus mínimos 14 años, que haber matado al pisado de su viejo a machetazos, a pesar de ser "en defensa propia" o "inconscientemente", no era precisamente algo que iba a pasar y ya... no era algo que le abriría las manos del mundo. Se sentía decepcionado, sentía que no había superado la prueba, que ya nunca obtendría sus superpoderes.

En un pueblo olvidado, sin ley ni futuro, las piedras aún son la herramienta más infalible para aplicar castigos: el pueblo se reune, le hacen círculo al sindicado, se procede a la puesta en escena de la lapidación, se escarmienta al repisado, se acaba la maña y muerta la gallina. David tiene que escapar: más allá de querer, TIENE que escapar.

La visión de rayos láser, la supervelocidad, la capacidad de volar, los puños de acero... de todos, de todos se puede ir olvidando ya el tontito del David.

Llegando a la ciudad, David se topa con la portada del periódico popular, la noticia: mujer encontrada en el Parque Naciones Unidas, atada, violada, bien muerta y bien embarazada.

Ese día, perdido entre la mal llamada "civilización" citadina, apestoso a humo de camioneta, sin pisto, con hambre, con sangre aún salpicada en el pecho, sangre de esos trozos en los que había convertido a su papá, ahí en medio de ese bullicio de las 7 de la mañana de un lunes recurrente, que nunca termina, que nunca perdona; David recobró la esperanza: la noticia de la chava muerta le abrió los ojos, ésta era la ciudad que estaba llamado a proteger, este era el lugar donde se convertiría en ese superhéroe que se había borrado hacía sólo unas horas del espejo.

Después de 10 años, David hoy es un peón más de una conocida mara que opera en la Bethania... sus superpoderes le han servido únicamente para aguantar las pijaceadas de sus "compañeros", salir a salvo de un par de encuentros balaceados con los contrarios y para fugarse del bote. David ya no tiene corazón, David es víctima de la televisión y del machete. David está marcado para vivir etenernamente, David no podrá pagar jamás los agravios que ha cometido, el infierno nunca reclamará su alma ni la tierra sus huesos.

Impresiones:

qro dijo...
9 DE JULIO DE 2008 13:27
Cuesta mucho caer en cuenta que en un país latinoamericano come-tortillas no existe un mínimo sentido común que ayuda a los jóvenes en desarrollo a tomar conciencia de una ley básica universal que lo ayuda dicernir entre lo "bueno" y lo "malo"... Por otro lado me gustaban mas los Caballeros que Goku y su pelo canche...
Juan Jacob dijo...
9 DE JULIO DE 2008 13:41
Pobres pizados estos, que vienen de lo malo a lo peor, a comer mierda, a matar, a incrementar la inseguridad en nuestra mierda capital.. En fin.. Siguen cagandose en la "Olla"... Todo esto gracias a la falta de educación que se tiene en los más reconditos espacios de nuestra bella Guatemala... Gracias a esta tristeza mierda que se vive en cada persona que busca el alcohol para "librarse de sus penas", pero no se da cuenta que genera más penas en todos lados.... Fuck Maras! Fuck Bolos... y que pizados.. Fuck Guate!
PsicoLibelula dijo...
12 DE JULIO DE 2008 10:19
Que triste realidad verdad? esa realidad que aca tragicamente presentada, pero que se vive en la mayoria de las personas, si de pequeños todos deseamos ser algo: bomberos, veterinarios, policia, piloto, astonauta, cocinero, que se yo... Pero ¿Cuántas personas llevan a cabo sus sueños? Talvez no de superheroes pero igual no lo hacemos... ya sea porque ser policia o bombero esta en la m... o porque las expectativas mejoran, o peor aún empeoran. Las situaciones de un "país en vías de desarrollo" (para mi aún tercermundista) son crueles y limitadas, por sociedades esclavizantes, elitistas y macabras, donde hundir al otro es primero, y cuando esta hundido, hundirlo más... Pobre David, pobres todos los desgraciados que no logran hacer lo que quisieron ser de pequeños, porque esos deseos eran puros...

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