Pesadilla

Creo que junto a ella viví los mejores años de mi vida. Es más, creo que vivimos nuestros mejores años juntos.

Hasta hoy no sé cómo se dieron las cosas pero terminé siendo "el mejor amigo de toda su vida". De hecho, a lo lejos recuerdo todavía el sonido de su voz diciéndoselo a alguien más en algún momento.

Creo que algunas veces el término "mejor amigo" es muy ambiguo y amplio, porque uno como "mejor amigo" no siempre sabe cuáles son sus "atribuciones" exactamente. En éste caso, termine siendo su amante.

Amante en todo sentido: yo la vi llorar y la abracé fuerte y la hice sentir querida muchas veces, cuando era necesario, cuando ella odiaba al mundo. Pasamos horas sentados en el sillón sin decir una sola palabra, abrazados.

Otras veces jugamos corriendo desnudos por su casa y terminamos haciendo el amor encima de un poncho, en el piso de su cuarto, en el garage, en la cocina o donde nos ganara la calentura. Debo admitir que nunca conocí a alguien con un cuerpo tan simplemente hermoso como el de ella, con los senos y las nalgas del tamaño exacto para mi mano. Y creo que ella jamás había conocido a alguien como me conoció a mí. Fuimos niños efervescentes otra vez, a nuestros veintitantos años. Nos tocamos, nos exploramos, nos maravillamos con el cuerpo del otro, nos comunicamos en un lenguaje extremadamente básico: nos conocimos. Nos dimos gusto.

Un día nos juntamos con nuestra "mejor amiga" (ella tenía atribuciones menos, digamos, íntimas) y ella me pidió que la acompañara a traer algo de comer mientras dejábamos a nuestra "mejor amiga" terminándose el café que acababa de pedir. Estábamos en el Food Court de algún centro comercial.

Sacó un album de fotos de su bolsa. Me enseñó algunas fotos con él. Recuerdo una en específico: era una foto donde aparecía una tarjeta que él le había regalado, comprada en algún lugar especializado en tarjetas supongo porque no parecía ser una tarjeta comprada en Paiz.

-Entonces, ¿le vas a decir que sí? -le pregunté, casi respondiéndome a mí mismo- ... te vas a quedar con él...
-Sí -me dijo ella como tratándome de insinuar que era inevitable.
-Pero... miŕa... y si tú y yo... emmm... no, nada... olvidalo -dije mientras seguía pasando las hojas del álbum de fotos, lleno de fotos de ella con él, viviendo una vida que yo no conocía, donde ellos se abrazaban y él la sujetaba como yo nunca pude: como el chavo que quería ser su novio. Ella sonreía en todas las fotos como se suponía que lo hiciera. En su rostro no habían señales de mí en ninguna foto... ella estaba allí, retratada tan viva como siempre, pero impune, como si lo nuestro fuera otra cosa, alguna forma ánimada y bastarda.

Yo no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado entre ella y yo durante los últimos 4 años y medio, eran explosiones de explosiones de imágenes tan dulces, tan tiernas y tan sudorosas, de momentos tan apasionados e íntimos. Resulta que después de tanto tiempo, fue precisamente en ese momento que me vine a dar cuenta que estaba enamorado de ella... qué feo sentir el amor y el desamor así, tan seguidos el uno del otro...

No me quedó más que contarle que yo había decidido hacerle caso a la chavita que me llevaba ganas en la clase... la última clase que iba a recibir en la U... ella se quedó callada, sin siquiera hacer el intento de decirme algo. De hecho no me vio a los ojos durante toda la noche. Nunca me sentí tan sucio. Estaba agarrado de la mano con el despecho.

Cuando nos despedimos esa última vez, creo que nos abrazamos entendiendo que era más que un "hasta luego"; nos abrazamos despidiéndonos de la vida. Y así sin más, la dejé ir: dejé ir al gran amor de mi vida.

Al año siguiente, yo tenía novia, ella tenía novio, yo ya nunca volví a ir a la U y ella se enfocó en terminar de sacar los últimos cursos rezagados que le hacían falta para su cierre académico. Nos llamamos un par de veces, pero dadas las circunstancias, estando los dos emparejados, comprendimos que jamás podríamos ser amigos. No funcionábamos así ya. Comprendimos que eso de ser "amigos" se nos había pasado hacía mucho tiempo, que simplemente ella y yo habíamos llegado a ser algo más sin darnos cuenta.

Nunca volví a hacer el amor como con ella y en el cuerpo de las novias que tuve después de ella, busqué únicamente sus senos, sus nalgas y sus detalles, sin encontrar más que recuerdos vacíos de tiempos mejores.

A veces me pregunto si ella logró superar lo nuestro. Quisiera suponer que sí, porque no me la imagino siendo tan infeliz como soy yo ahora. No se lo deseo. Si tan sólo hubiera dicho más en su momento. Si tan sólo hubiera dicho algo... no sé... ahora ya no importa.

Recuerdo una vez que me dijo: "... no sé qué voy a hacer si algún día me toca hacer ésto con alguien más... no creo que pueda... sólo tú me has visto desnuda y sólo contigo he hecho estas cosas que me fascinan... no me miro haciéndolo con alguien más... ", tal vez será mi puro ego o el orgullo, alguno de los dos, el que trata de salir intacto de ésta situación, pero simplemente quiero pensar que nunca nadie la llegó a ver como yo la ví esas noches, esas tardes, esas nuestras eternidades divinas.

2 comentarios:

Hikaru dijo...

Hey, muy bueno. Me a gustado bastante =)

De paso, en mi blog hay algo para vos xD

Que estés bien, saludos!

Psicolibelula dijo...

Ay maestro!!!
Que lindo está! Esas relaciones que nos marcan, esas frases que nos recuerdan, y esos vacíos que inundan... El juego de la vida es misterioso y a veces traicionero... Vivimos pesadillas en las que tenemos que continuar. Un abrazo.