Después de ayer

Yo no sé qué cargo, qué pienso.
Qué creo si por momentos dejo de creer;
qué cantidad de basura he acumulado acá en mi banqueta,
con quién hablo
a quién le cuento
con quién me purgo los problemas, los dientes,
las marcas, los días, las noticias, las palabras.

Quién me salva del desencanto
producto de traer el amor a valor presente,
de aplicarle al amor el valor del dinero en el tiempo,
de calcularle su depreciación y el desgaste,
de contabilizar las deudas que va dejando el corazón
cuando uno finalmente asume
los intereses que le va cobrando a uno la vida
para hacer realidad un par de ilusiones berrinchudas.

De ir por venir se ha tratado;
de decir algo que no se debió haber dicho,
de contar todas las noches el mismo grupo de ovejas,
de verlas saltar sobre la cerca
y verlas cada vez menos ovejas,
verlas cada vez más monstruos
más frías, más reptiles.

El amor es una realidad alterna,
sólo un sueño,
una idea que uno se hace
o algo que uno malinterpreta con el pasar de los días
con la acumulación de momentos,
con la capitalización de las palabras.

La vida no es amor.
La vida nunca pasa por el corazón.

No se puede vivir enamorado,
no se puede combinar un asunto con otro.
Caer a la realidad es dejar el amor dormido;
enfrentar la realidad es sentirse solo de alguna forma.
Estar solo es estar vivo,
estar enamorado es dormir y nada más.

Las manzanas se envenenan,
se engusanan,
se comen vivas entre ellas.
Los sueños se llenan de agua.
Las nubes son sueños.
Los sueños se caen del cielo: llueve.

Aquí no hay más perdones que valgan,
no hay más sonrisas que curen.

Time heals, but I'm forever broken...
una y otra vez. La desventura.
La finalización, el acabose.

Aquí sólo hay restos de un corazón partido (o dos o tres)
aquí sólo hay dudas y cuestiones que no terminan (una o mil).

Aquí no hay caricias renovadoras,
compromisos eternos, fechas de caducidad,
o algún beso furtivo que olvide el tiempo.
El tiempo es siempre pasado.
El pasado es una víbora sigilosa que se arrastra por todos lados.
Yo soy el pasado.
Yo soy lo incierto, la cuestión redundante
la falta y el milagro: lo terminado que no termina,
la cuestión limitante, la cuestión reprobada,
el impaciente compulsivo, la ira y el miedo,
el transeúnte suicida, el sospechoso vigilante,
el pendenciero reincidente.

Aquí no hay historias que pesen,
no hay formas ni líneas, no hay fronteras,
todo es gris aquí y ahora:
nada es seguro.

Sólo quedan suspiros y anhelos,
queda algún lamento que no conozco
y todo eso que ya nunca podré ofrecer jamas,
queda el alma en llamas, la lucha necia,
la disposición incompleta,
la intención dando patadas de ahogado.

El problema viene a veces
producto de esa capacidad infame que tenemos
de tomar lo que queremos cuando queremos
de hacer lo que sea necesario
para llenarnos los vacíos que deja alguna necesidad perdida,
alguna infancia solitaria,
alguna depresión recurrente, algún curioso pensamiento
o el rastro que van dejando las personas o los fantasmas
sobre nuestra historia personal.

Esquizofrénicos y malabaristas,
así somos y así nos vamos
mientras nos funcione el teatro,
mientras el acto principal siga a salvo
mientras haya algún sueño inédito
pendiente de ser asesinado,
sin terminar esto o lo otro,
sin terminar algo para iniciar otra cosa,
sin seguir, sin cambiar, sin querer sentir,
sin darnos permiso, sin movernos,
sin perdonarnos ni pedirnos perdón,
como siempre,

así nos vamos...

1 comentarios:

Julio Serrano Echeverría dijo...

y los violines sonaban al fondo mientras el titanic se hundía... y con comodidad, nos tiramos al pasto y la...

abrazo pues jeje