Amigo

I
(Amigo)

Luis Pedro es mi amigo, independientemente de todo, es mi amigo. Me gusta su nombre porque es uno de esos que uno no pronuncia por partes; un nombre compuesto por dos nombres que no funcionan individualmente: ni Luis ni Pedro, Luispedro. Así éramos igualmente nosotros: una persona compuesta por dos personas que no funcionan individualmente. Al menos así parecía.

Con Luispedro (me siento más a gusto usando los nombres juntos, así sé que usted lo lee como se debe leer, como se debe pronunciar) crecimos juntos en La Colonia, un conglomerado de unas 300 casas, dispuestas en cuadras de 10 casas cada una. Las vacaciones era de encerrarnos a jugar Nintendo hasta que era de madrugada, hacer y volar barriletes, salir en bici a los cerritos que resguardaban La Colonia de la civilización, la fiereza y el ruido de La Ciudad. Fue bonito crecer en los suburbios, llevados y traidos en bus al y del colegio.

Nuestra competencia mayor: quién sacaba mejores notas. Compartíamos el colegio, el grado y la sección, por lo que estando en circunstancias idénticas, era más fácil decidir quien era "más inteligente".

II
(Los Pelos)

Cuando los pelos aparecieron empezó lo complicado. Cambio de voz, cambio de altura, cambio de gustos, cambio de todo. Ya salir en bici era salir como lobos feroces en busca de alguna caperucita descuidada. Los dos cerros se nos hicieron dos gigantes tetas, las calles eran siluetas de alguna mujercilla, las esquinas la silueta de sus nalgas, en fin: las hormonas y sus efectos nocivos para la tranquilidad y las reacciones "erectivas" nocturnas y mañaneras.

En el colegio las cosas se tranquilizaban un poco porque estudiar toda la vida en un colegio católico para varones o te acumula las ganas o te hace hueco. Aquí se trataba simplemente de encajar, en algún lado, o más bien dejarte encajar. Ser popular, ser recha, ser raro, ser freak, ser deportito, eso es lo importante: pertenecer.

Nótese que a pesar de todo, las notas, las clases, los libros, nunca son prioridad en un centro educativo: nunca.

III
(Rechas)

Nunca me sentí bien viviendo bajo normas, teorías o instituciones hipócritas, bajo la lupa de algunos y sus complejos, sus liberaciones, sus cuentos fufurufos o sus historias de viaje a mundos desarrollados. Dentro de todo me sentí mejor con los que vivían al margen de lo que el mundo ve como bueno, con los olvidados, los que pasan desapercibidos, los que hieden, los que no hablan, los rechas.

Ahí hicimos con Luispedro nuestra sede: entre los rechas.

Bien recuerdo nuestras granjas de arañas dentro del envase plástico de doble litro de alguna gaseosa, nuestros caminos infinitos de corrector de lapicero que se incineraban instantáneamente al contacto con el fuego del Zippo con el que prendíamos los cigarros que nos fumábamos a la salida.

IV
(Cachados)

Una vez nos cacharon fumando. Nuevamente el cigarro se hace presente. El maestro de inglés decidió tomar el camino que tomábamos Luispedro y yo todos los días hacia la parada de camioneta. Nos vio de lejos y por supuesto vio la nube de humo pulmonar gris que se iba quedando detrás de nosotros como el rastro que dejan los barcos en el mar.

Nos alcanzó. Todavía recuerdo que dije en vos alta "Shit!" cuando lo ví. lo acompañamos de regreso al colegio. Nos levantó un "acta" y una reventada de hocico de parte de mi papá y una reventada de piernas para Luispedro.

- Vos Maco, mirá esta mierda: me hizo mierda las piernas mi viejo.

Nunca habíamos reído tanto creo yo... o tal vez nunca disfruté tanto reírme, sobre todo porque tenía reventados los labios y el dolor me mandaba espinitas al cerebro. Fue algo sublime.

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