Algo corre

Importa decir un poco o decir nada. Comentarlo al menos, sacarse el demonio de a poquitos. Importa que te importe o que me importe más de lo que creo que creés. Que sea una lectura pordiosera o una escritura pretenciosa.

Yo me tomo un trago amargo y mis dedos hacen pedazos el mundo. Yo exploto.

¿Qué importa más: que tenga que decirte que lo siento o que sienta que tengo que decírtelo o sentir algo de lo que te dije?

Maniquís de vitrina. Vitrina empañada. Murmuraciones y malinterpretaciones. Yo soy tan error como cualquier otro de tus errores. Estoy perdido, sin encontrar el rumbo.

Tú sonreís, yo me despedazo, mirá.

Tú me besas, yo me desato, mirá.

Tú me tocás, yo me desvanezco, mirá.

Es necesario recuperar el rumbo, el ritmo. Es necesario que yo deje de pensar y de dibujarte donde nunca estás. Es necesario dejar de dibujarme donde siempre estás o donde estás siempre. La simetría es una ilusión, yo soy una ilusión.

Yo escribo porque me gusta, escribo porque tengo que hacerlo para purgarme los demonios. Yo escribo porque supongo que si leés, es porque no me leés. Aquí lo importante no es que me entendás, es que me leás.

¿Querés saber de qué se compone mi amor?, ¿querés ver dónde lo tengo?, ¿querés sentirlo en las manos?

Yo soy el impotente de los sueños, el infame aguerrido, el macabro susurro de lo irreparable.

Yo soy la línea que te separa de alguna fantasía irresponsable, de algún juguete, de alguna sonrisa sin compromiso. Yo soy el que lee fotos y las re-inventa, el que se sienta a esperar que todo desaparezca. El que se somete a los disparates del corazón muerto, a sus fantasmas, mañas y chucherías.

Yo soy el que se inunda de sospechas, el que se quiebra las esperanzas contra el viento, el que te ama más allá de lo que quisiera o de lo que nunca creyó que podría amar a alguien.

Yo me tomo un trago más, brindo en tu nombre, me quedo callado: te espero en la puerta.

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