Intimidad

Él la oye abrir la puerta principal y dejar las llaves sobre la mesita al lado de la puerta y caminar por el pasillo, suavecito, tratando de no hacer mucho ruido con los tacones. La oye abrir la puerta del cuarto y en ese momento le da play al iPod (conectado improvisadamente a un par de bocinas de esas que uno usa para la compu) dejando sonar a un volumen, digamos, moderado, "Shadowboxer" de Fiona Apple.

A ella le gusta hacer el amor escuchando "Shadowboxer" de Fiona Apple. Él sabe que a ella la derrite escuchar "Shadowboxer" de Fiona Apple mientras le hace el amor.

La canción se repite unas 13 veces y las consecuencias quedan sueltas en el aire y dejan huella en la cama: una hora casi exacta de maniobras en slowmotion, lenguas bailando lambada, sonidos involuntarios, manos deslizantes y dos pares de ojos bien abiertos, fijos, de frente, encendidos... confidentes.

Es una hora que basta y que al mismo tiempo no alcanza para transformar la energía acumulada por dos corazones amantes, esclavos de la rutina y de las cuentas del banco y de las deudas que deja el rigor de lo cotidiano.

"Mañana será otro día" -se dicen, mientras apagan las luces y se abrazan fuerte en señal de satisfacción y agradecimiento.

Tan simple como eso.

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