Viviré hasta que me muera

Creo que el asunto radica más bien en el hecho de que finalmente nadie puede "quitarme la vida". Es decir, la vida no es algo futuro (por más que insistamos en "vivir" un segundo adelante del que estamos viviendo), la vida no es una promesa o un sueño, porque finalmente lo que no se ha vivido no puede ser parte de nuestra vida. La vida es el camino recorrido, la experiencia, la vivencia, la memoria. Todo lo que soy está representado por lo que he hecho o lo que he dicho, por todo lo que la gente que me ha visto y ha tenido algún contacto conmigo sabe o recuerda de mí. Más allá de la memoria no puedo existir. Todo momento vivido está guardado en la memoria de alguien, incluyendo la mía. Esto es la vida: cada segundo pasado, cada letra pasada que da forma y sentido a éste texto, eso es la vida, cualquier forma o representación mía que confirma mi existencia. Pero la existencia por sí sola, no es la vida. La vida es el momento y cada momento depende de muchas variables que existen fuera de mí y que, al conjugarse, conforman un momento que a su vez existe porque alguien puede recordar que pasó. Eso es la vida, insisto, lo pasado, porque el presente, en el momento siguiente es pasado, y es entonces donde se considera vivido, y finalmente todo eso vivido, es la vida en sí.

Nadie puede quitarme todo lo que he vivido; nadie puede borrar o negar mi existencia porque las memorias de las personas que se han movido por y sobre mi camino, la confirman. Entonces, decir que alguien puede quitarme la vida es absurdo porque el futuro no está vivo hasta que es pasado.

A qué quiero llegar: éste es mi momento, ésta es la época que me tocó vivir, todo lo que hago y digo y vivo, es un ladrillo en el muro infinito de la historia. Después de esto no hay algo para mí. Antes de mí no había tampoco algo para mí. Nací en este pedazo del lienzo sobre el que Dios pinta el desarrollo de su creación, sobre el que hemos venido pintando la decadente historia de la humanidad. Aquí no hay algo dicho y yo tuve finalmente (para bien o para mal) la suerte si es que tal cosa existe, de nacer en éstos momentos tan convulsionados y suicidas.

No puedo negar mi existencia porque aquí estaba el segundo anterior y estoy el segundo que le sigue. Mi vida es mía y cada paso que doy me lleva irremediablemente a un sólo destino: la muerte.

Vivir sobre (no bajo) la convicción plena de que todo es simplemente como debe ser (sin cuestionar algo con un incrédulo "hubiera"), lo lleva a uno a entender que la vida no se teje bajo los lineamientos de una fuerza suprema llamada destino, que nos mueve y nos lleva a su antojo a expensas de nuestra voluntad. En el primer año de la universidad, recibí clases con un Ingeniero que nos aseguró a todos los presentes durante su cátedra, que lo único que diferencia al ser humano de cualquier otro animal o entidad viviente, es la voluntad. Todo pasa de acuerdo a la voluntad de uno mismo, porque todo lo que hemos hecho nos lleva irremediablemente (como decía antes) a un sólo final. Podría entonces cuestionarse, por ejemplo, una violación, pero basta con ir un poco atrás y darse cuenta que la violación no llega más que por las elecciones hechas uno o mil pasos atrás... ahora, ¿y los niños violados?... es cierto... la voluntad, para funcionar en la construcción de la vida, requiere un ingediente más: la conciencia. Pero no es de eso de lo que hablo. Hablo de vivir la vida.

Yo soy libre cuando entiendo que la libertad nunca es compartida, es personal, aunque obviamente afecta a los demás y sus propias libertades. La libertad de un pueblo se construye en la medida en que sus individuos son libres. Yo soy libre. Yo hace tiempo elegí creer en Dios, pero no en el suyo, porque no creo en el dios con forma de megatemplo, ni en el dios que permanece colgado y muerto en una cruz por las eternidades de lo eterno: creo en el amor. Dios es mi libertad, mi libertad es Dios: Dios es mi libertad para amar. Dios es mi decisión, mi cuestionamiento, mi convicción. Creo en el amor y su poder vital. ¿Qué ha hecho ese Dios en mí?, me ha dado fuerza... me ha movido a aceptar la vida como es, a aceptar para provocar mi segundo siguiente, que al siguiente, será parte de mi vida. ¿Qué haré el segundo siguiente?, tengo que vivir el segundo actual para averiguarlo.

Mi vida es de Dios, porque Dios es todo lo que se mueve en mí y es todo lo que existe a mi alrededor. Todo es producto de alguna forma de amor y Dios, al final de cuentas, es amor. Mi vida es mía pero yo soy Dios y Dios habita en mí y Dios vive a través de mí. Si el ser humano dejara de existir, ¿dejaría de existir Dios?, es decir, ¿quién o qué sería Dios si nadie finalmente creyera en o supiera de Su existencia?. No podemos negar a Dios, porque todo lo que existe es Dios. Me refiero a Dios como la energía que encierra todo más allá del entendimiento humano limitado.

Lo que me pase un segundo después es entonces la voluntad de Dios, porque es la suma de todas las voluntades "existentes". La voluntad de alguien que tiene conciencia, de alguien que conoce lo bueno y lo malo, es la voluntad de un dios y dado que todos somos Dios, la voluntad de uno es la voluntad de Dios.

Si en el segundo siguiente, o en el que le sigue o en el que vendrá después de éste o del que le seguirá a él, resulta que dejo de vivir, será entonces porque la voluntad de Dios se ha cumplido y mi vida habrá dejado de escribirse, pero no por eso dejará de existir. Mi vida seguirá presente en la memoria de todos los que en algún momento confirmaron mi propia existencia a través de la de ellos y gracias a la de ellos. Dios me guarde, Dios es mi fuerza, Dios no me va a salvar si la decisión y la voluntad de Él no contempla la continuación de mi vida, de mi existencia. No porque esté predicho, sino porque mi decisión anterior así lo requiere. Dios pone las cartas sobre la mesa: yo soy quien toma la que mejor le parece.

Es momento de vivir, de seguir construyendo nuestro propio muro, ladrillo a ladrillo, memoria a memoria, momento a momento. Será cuestión de eso que muchos llaman "suerte" y que para mí es finalmente el producto de la causalidad, que siga escribiendo todas éstas mis cosas después de ésto. Porque sé que si mi vida es truncada en algún momento cercano, será mi decisión al final de cuentas la que me lleve a ese momento, porque así debe ser y no existe otra forma en que podría ser mejor.

A veces cuesta entender que sólo existe ésto, éste momento. Que fuera de lo que vivo, no existo. Que mi vida es lo que hago con éste segundo que se me escurre de entre la mano. Que mi vida es esa deuda desgraciada (construída a base de voluntad, conciencia y poca responsabilidad) que me estresa con sólo recordarme de ella. Que mi vida es éste fondo de pensión en el que mis papás invirtieron durante mi infancia, haciendo su depósito de amor a diario. Que mi vida es cada sonrisa que ven estos mis ojos,. Que mi vida son los momentos con mis hemanos, buenos o malos. Que mi vida son los regaños y las felicitaciones y las celebraciones y las fiestas y los desvelos y las llamadas y los puntos menos y las tareas y los proyectos y las fotos y los videos y la música y los libros y la autodestrucción permamente. Que mi vida es esa novia increíble (es que cuesta creerla... CREERLA, no creerle), y sus besos, sus miradas, sus abrazos, su sonrisa, nuestras peleas ridículas (todas) y nuestras "contentaciones" consecuentes. Que mi vida es tomar el teléfono celular, marcar un número y esperar a que conteste alguien en algún lado. Que mi vida es esto: esta palabra, este conjunto de palabras que me han traído hasta el punto que estoy a punto de escribir aquí, ve -> . 

Esto es mi vida y no puedo hacer como si no lo es. No puedo cerrar los ojos y esperar a que me den otra. No puedo sentarme a dormir y pretender que mañana estaré viviendo otra. Mi vida no se acaba, mi vida sigue, tomando forma a cada segundo; lo único que se termina es su construcción, porque aún después de finalizada, sigue existiendo en la memoria de los que me recuerdan (creo que ya hablé mucho de eso). Inclusive, creo que es excitante esto de entender que no hay obra más representativa de uno mismo que su vida. La vida es nuestra propia obra de arte. El artista nunca sabe exactamente cuándo terminará su obra, hasta que termina. No se puede predecir su final porque no depende de algo objetivo, conciso o definido, ni siquiera de la propia decisión del artista. Una obra de arte termina cuando debe terminar, como la vida. La vida termina entonces cuando debe terminar, como una obra de arte.

Creo que debo dejar de engañarme y dejar de permitir que me engañen: debo dejar de tener miedo. En el miedo no existe la voluntad, únicamente el deseo egoísta de perpetuar la existencia, pero en el miedo no se puede vivir, porque la vida implica voluntad y conciencia: disposición. Alguien dijo "Prefiero morir parado, que vivir de rodillas", o algo por el estilo. Creo que fue Zapata. Al final no importa quién lo dijo, sino simplemente que lo dijo y mucho tiempo después estoy acá, tomando sus palabras para seguir viviendo, como la razón única, el fundamento claro, de toda convicción que me permite seguir caminando. No se trata de sobrevivir: se trata de vivir al máximo el momento para completar un buen rompecabezas de memorias y recuerdos. Uno que valga la pena.

Yo elijo seguir viviendo. Seguir viviendo hasta donde me alcance la muerte.
¿Cuándo me alcanzará la muerte?, cuando mi obra maestra esté finalizada, como éste texto, que termina justo aquí.

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