El Brindis (Quelagrán)

Otro año más llega a su fin, y como siempre llega el momento de hacer el recuento de lo vivido, hacer el balance entre lo ganado y lo perdido, para limpiarnos el alma y dar un paso adelante hacia un nuevo presente.

Este año no ha sido fácil sino todo lo contrario: ha sido cuesta arriba y lleno de altibajos y pruebas, y dentro de todo, se nos hace más difícil encontrarle saldo positivo a lo vivido. Se hace necesario entonces en este punto, dejar todo atrás y cerrar el capítulo ya escrito, encontrando entre lo dicho y lo hecho las lecciones de vida que nos permitirán en este nuevo inicio reencontrar el camino y sobre todo, empezar a caminar nuevamente convencidos de lo que somos y lo que queremos ser algún día.

Es bien sabido que jamás podemos seguir caminando sin perder algo de nosotros mismos en el camino y así, siempre existe la necesidad propia de sacar algo de todo para no quedarnos vacíos. A veces se gana algo y se suma a lo que ya poseemos, y otras veces simplemente lo que se pierde se compensa con lo aprendido. A veces entendemos en el momento y a veces pasa el tiempo sin que lleguen las respuestas. Pero aunque parece que la lección llega tarde, lo cierto es que siempre llega a tiempo, nunca antes, nunca después.

Todo tiene su lugar y su momento, y así como el mundo no se detiene, nuestras vidas tampoco y se nos hace necesario enfrentar cada etapa como viene cuando se presenta, vivirlo todo al máximo cuando llega, sufrirlo todo sin reservas y reír hasta que ya no podamos. No limitarnos, no rendirnos, no dejar algo dentro para mañana, porque mañana lo único que quedará será despertar del sueño de la rutina y el acomodamiento y seguir caminando.

Y así como el tiempo pasa y las situaciones cambian, también la gente cambia y cualquier momento vivido anteriormente parece mejor que el presente. Todo es parte de nuestra necesidad constante de vivir atados al sentimiento ingenuo de un momento donde quizás éramos menos conscientes de nuestra propia situación y las circunstancias las percibíamos con la inocencia de la juventud que poco a poco dejamos escapar resignados a seguir la corriente de las cosas y a ser parte de la masa que se derrite todos los días bajo el sol de lo común y corriente. Creernos y tragarnos el cuento de que somos felices siendo esclavos de nosotros mismos.


Es complicado agarrar nuevamente el ritmo y retomar el camino que creíamos nos llevaría a nuestra felicidad porque es probable que muchas de las cosas vividas parecen alejarnos cada vez más de nuestro objetivo principal. Pero a veces es necesario entender que si "el fin justifica los medios", es probable que lo único importante sea, al final de cuentas, no desfallecer ni perder el rumbo hacia ese fin que a veces parece tan lejano. Todo cambia, y en este mundo lo único constante es justamente eso: el cambio. Por eso es casi seguro que todo plan tendrá siempre algo que no salga perfecto y que se nos escapará de los manos, pero dentro de todo, ¿no es eso lo emocionante de la vida?, ¿no es acaso la vida una gran interrogante, un gran "no sé" al que cada uno puede darle una respuesta?

A veces se pierde y eso es lo que da miedo. Nadie dijo que todo sería gratuito y a veces se hace necesario pagar algo para seguir en el juego. Perdemos, soltamos, despedimos, volteamos, nos movemos, cambiamos las cartas y las piezas toman nuevas posiciones. La gente que hoy está se va y nueva gente entra en nuestra vida. Todo implica cuestionar, todo implica cambiar, todo implica renovar y con esto, fortalecer la convicción sobre las cosas que no vemos, pero que sí sentimos y que alimentan nuestro espíritu. La incertidumbre seguirá como siempre jugando sus cartas y lo peor que puede pasarnos es quedarnos escondidos en las manos del miedo. Ese es el único error no permitido, porque todos los errores cometidos son al final de cuentas complicaciones que nos permiten saber qué es lo correcto y qué es lo que queremos. Lo bueno y lo malo, al final de cuentas, son algo muy relativo.

Todo está en nuestras decisiones. Todo se enmarca, gira y funciona de acuerdo a nuestras decisiones. Construimos la vida con puras decisiones porque somos los únicos artífices de nuestro destino y corresponde a nosotros y a nadie más, elegir un camino y seguirlo. Pero dentro de toda decisión, lo más importante será la convicción que sólo llega cuando el amor nos mueve y nos orienta. El amor nos guía aunque a veces toma formas que no comprendemos porque también el amor se pone a prueba él mismo. El amor sufre y llora, pero también goza y fortalece el alma. El amor se renueva y también cambia de piel. El amor evoluciona y con el tiempo lo llena y todo y está presente en cualquier decisión que tomamos. No se puede negar el amor en nosotros, ni se puede negar cuando deja de estar presente o se pierde o se muere. El amor es una decisión en sí, pero también es un modo de vida, es estar emocionado en todo momento, es estar dispuesto, es querer vivir y querer estar vivo. El amor es entonces, el motor que no nos deja quedarnos quietos, y la única fuerza que nos aleja de la muerte hasta que estemos listos para morir por la única razón válida: por el amor mismo.

Es necesario encomendarnos al amor y creer en él para siempre y más hoy que dejamos el pasado en el pasado, como un exorcismo voluntario que eche fuera los demonios, los fantasmas y los pesos que nos mantienen atados a nuestras imposibilidades y tristezas.

Hoy todo es nuevo.

Hoy hacemos borrón y cuenta nueva y nos replanteamos las ideas. Hoy renovamos compromisos y pactos que en algún momento vimos morir en la cama de la indiferencia o la resignación. Hoy creemos que todo es posible y no descartamos la posibilidad de ser mejores personas. Hoy abrazamos la creatividad que creíamos muerta bajo nuestros títulos y nuestros conocimientos, hoy aceptamos que sabemos muy poco de todo y firmamos el contrato con la felicidad que aún no conocemos pero que sabemos, nos espera a la vuelta de cualquier esquina.

Hoy bailamos, hoy comemos en los brazos de la emoción y el sentimiento compartido de agradecimiento porque sabemos que de alguna forma todo va a estar bien tarde o temprano. Hoy nos aferramos a la esperanza de un abrazo sincero, a la fe de una sonrisa y sus buenas intenciones, hoy corremos y saltamos y celebramos y gritamos y aplaudimos y soltamos todos los problemas que se alejan con el sonido de una dulce carcajada.

Hoy estamos seguros que nada es seguro, hoy sabemos que al final de cuentas siempre hay algo que nunca sabremos porque el chiste no es entender sino aceptar dice Arjona y con esta excusa emprendemos nuevamente el vuelo.

Aquí probablemente habrá menos caras cada año, y probablemente habrá una palabra menos cada año, y un abrazo menos cada año, y un plato menos cada año y un sueño menos cada año. Pero si hay algo que nunca faltará será siempre un nuevo año y con él, una nueva aventura para los que se apunten como hoy estoy seguro se apuntan ustedes, a vivir lo que sea que toque, con la ilusión de vernos nuevamente renovando contrato el año que viene.

Brindo finalmente con ustedes y por ustedes por que Dios, o la fuerza suprema en la que crean, nos guarde en este nuevo amanecer y nos permita encontrar la felicidad suficiente cada día para abrir los ojos al día siguiente y nos libre de quedar estancados en los rumores del pasado.


¡Feliz nuevo año!
(que no es lo mismo que Feliz Año Nuevo)

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