Palabrerío

Cambian los planes, el rumbo, el sentido. Uno suelta las manos de a poquito. Llamo, pero no contestan y si contestan es porque nunca llamé. Espiral descendente, carne temblorosa; la espera, las ansias, el deseo, la fantasía, el sentimiento. Enfrentar el vacío, verlo a los ojos, correr hacia él, encendiendo los paso, encendiendo las lunas. Cuerpo desvanecido, ruptura de nervios, claustrofobia de estar encerrado en uno mismo. La paranoia, la necesidad egoísta y egocéntrica de seguir llorando. Los sonidos de la tarde, las canciones melosas, el baile del corazón y la sombra. Limpiar, barrer con todo, dormir sin dormir, soñar sin motivos.

Aquí te espero, de alguna forma, por algún lado, espero todavía que llegués, que te asomés como siempre he querido, con la mirada infantil e inocente, pícara, dejar de sentir la falta, el frío, el mundo entero sobre la espalda. El sonido del desconcierto, las garras de la melancolía. Desear lo mejor o lo peor, ni más ni menos. Algún mensaje imprudente que revele algo que había perdido de vista, algo que no me había hecho tanta falta como ahora. Los momentos, la memoria de la impotencia, la frialdad. La corrección innecesaria.

Pasos de insecto, corazón a punto del colapso, otra voz y otro nombre, otra cara, otro dolor. Otra ira, otra causa, otro efecto.

Quedate, no te vayás, no dejés que me de cuenta que no vas a regresar.

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