Perdón (Vers. A)

Creo, antes que nada, que debo perdonarme yo primero. 

Tengo que dejar de culparme más por las cosas que no pude controlar, evitar y que no quise ver antes. Tengo que entender que no siempre uno hace le papel de héroe o víctima o bonachón en su propia película. A veces uno también la caga y la caga grueso por que no siempre es uno suficiente para el mundo y el mundo casi nunca es suficiente para uno. A veces uno deja de querer, pero es sólo una pausa, un momento pasajero de ruido o de silencio total.

Tengo que perdonarme por no perdonarme antes y sobre todo, perdonarme por no poderte perdonar tan fácilmente como quisiera. Tengo que dejarme en paz, aprender a soltarme, a vivir todo esto como viene, sin excusas y sin adornos. Tengo que aceptarme tan humano como todos, tan prescindible como todos, tan volátil como todos. Hoy puede que algo esté en mis manos pero mañana no sé siquiera si todavía tendré manos. Así es la vida y en la vida, todo tiene principio y final, y tarde o temprano uno descubre que ninguno de los dos puntos le pertenece o está bajo su control. Algo así como los sentimientos. Los sentimientos son moscas torpes que cambian y se deslizan por las manos de quien los posee. Por momentos se confunden, se enredan, cambian de posición. Se duermen. Se desvelan, vuelan un poco, se emborrachan, se corrompen, se pelean, se aman, se estrellan, se vuelven a confundir. Se confunden una y otra vez y al final terminan en el mismo lugar, asombrados por lo que ven, sintiéndose mal por lo que no son.

Tengo que perdonarme los sentimientos y el haberles hecho tanto caso durante tanto tiempo. Tengo que perdonarme haber perdido el rumbo, haberme olvidado de mí y someterme a la ansiedad del desencanto y el silencio resignado; el haber perdido la poesía en manos del despecho, en manos del desaire. Por haberme lanzado al vacío sin pensar, para intentar dejar de sentir algo que era mío y de nadie más, dándome por vencido tantas veces al final de la noche. Por haber llorado por nada y por haber gritado tan calladito en la regadera cuando el teléfono me recordaba la distancia y sus números se volvían marcas que quemaban la piel.

Tengo que recuperar mi paciencia, ahora que lo pienso, y dejar de aferrarme tanto a un mundo decadente y sin salida. Tengo que recuperar la fe que perdí en algún momento del camino por andar volando bajo sin encontrar algún lugar para descansar las ideas. Tengo que congelar un par de preguntas, porque de tanto preguntar llegué al punto donde inclusive las respuestas se convierten en preguntas. Tú decidiste guardarte un par de historias básicas y no contarme otras cosas que pueden reavivar alguna herida olvidada.

Después de esto, calculo que ya tendré tiempo para perdonarte.

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