Sin pisto

No tener dinero es convertirse en poesía. Es abrir los ojos, despertar del sueño, levantarse de la cama y salir a pelearse contra la vida.

No es algo bueno porque uno termina con los bolsillos llenos de pura ansiedad. 
Por momentos lo único que queda es el salto amenazador del ojo izquierdo movido por el espasmo que produce el estrés de saberse dejado de cualquier comodidad o lujo. 

No tener dinero implica que los números nuevamente tengan decimales, que no existan ya más los números redondos, que los nombres tengan nuevamente apellidos, que el cariño le brote nuevamente a uno por los medios tradicionales como la boca o las manos o el corazón.

No tener dinero es caminar más despacio y pegado al suelo.

De alguna forma creo que prefiero no tener dinero y seguir maniobrando como pueda este avión sin gasolina, porque de otra forma creo que terminaría comprándome otro iPod.

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