El Amor

El amor, esa entera perdición,
encerrando los pecados mas puros,
los encuentros apurados, los destellos de luz:
los fantasmas más temidos, los deseos más carnívoros.

El amor corrompe la belleza establecida:
da forma a lo irrealizable, a los sentimientos.

El amor da alas, da brillo, marcas en la piel,
marcas en los los labios, re-define los vértices y los contornos,
da solución a las ecuaciones de lo impensable, de lo sublime.

El amor deja sus uñas marcadas en la espalda,
deja su saliva por toda la lengua,
deja los dientes clavados en el labio inferior.

El amor deja el palpitar acelerado,
deja las espinas encerradas en el corazón,
deja el alma en una carrera infinita.

El amor corrompe la santidad, renueva la vida,
el amor desordena, provoca olas en la sangre.

El amor es la muerte más bella, más sublime, más profunda.
Sí: el amor mata

y la muerte le sienta tan bien al enamorado.

El amor es la preocupación y la pena,
es la claridad,

la dulzura de un helado en verano.

El amor es un toque de fiebre, un toque de cáncer, un toque de gripe, un toque de demencia.

El amor es la única verdad, el único destino.

El amor es ese canal que nos conduce a lo supuesto:

pura fe.

Es un el camino hacia Dios,
y Dios somos nosotros,
y Dios es nosotros,
y Dios nos ama,
y Dios es nuestro amor,
y besamos a Dios, y acariciamos a Dios,
y Dios nos sostiene y es Dios quien nos lleva con el corazón
hacia el amor.

Y ella es Dios.

Ella y su beso y sus manos y la capa de terciopelo que cubre sus interiores.

Ella y sus interiores.

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