Mandarme a la mierda

Hola, sangre en mis pupilas,
filo de la navaja: ojo entre mis dedos.

Manos temblorosas
entre unos y ceros
de viajes interminables al ocaso, al reflejo estático en la ventana;

y eso soy: ese fantasma perdiéndose en el fuego del sol que renuncia,
en el suspiro de la tarde.

Y los dedos finos y puros,
dedos de humo, dedos delgados,
haciendo nudos,
las lenguas (esas perras).

¿Y qué escribe mi lengua?,
¿qué escribe mi torpe intención en su acción impulsiva?

¿Es que no tengo ya ganas de vivir?
¿Me he vuelto acaso suicida errante,
que se niega a aceptar los términos en que la vida se presenta?

Como si fuera mi clavo, como si fuera mi pena...

... como si fuera mi culpa...

Nulo el sentido, nulo el formato, nula la idea.

Quiero cancelar mis deudas (una bomba en la oficina)
y quiero cancelar la vida de oficina
(una bomba en la intención de hacer algo)
y quiero cancelar el "qué-hacer" adquirido
(una bomba en el pecho)
quiero cancelar todo por lo que vivo (una bomba en la memoria).

Aparentemente, es momento de un reventar de cabeza,
de una explosión de mis sesos,
un estallido de mis vísceras y mis archivos.

... Pienso de más...

A veces creo que no tengo los huevos
los bríos, las bolas bien puestas.

Regreso a mi momento inicial,
sujeto a mí mismo,
sujeto a lo que nunca conozco.

Hawaii suena llamativo.

¡Ah!, cómo quiero mandarme a la mierda...

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