Punto de nostalgia

Extrañar unas manos, algo de lo que uno se aferra, unos dedos finos, uñas semi largas, labios rosa.

Extrañar aquello que no fue de uno, algo que era invisible, algo enredado en una mirada, algo encerrado en un par de ojos, algo que se extendía con las lágrimas que le lloraban a eso, eso que aún no sé si era cierto.

Extrañar ese abrazo que era tan rico, con el frío de las paredes grises, algo que duraba la eternidad del segundo en que se daba, eso que era la fantasía del que ha esperado entregar el corazón toda la vida.

Extrañar la sensación de poder llegar y extirparse del mundo.

Extrañar la idea de verla entrar, de verla caminar, de verla hablar, de verla verme, de verla viéndola.

Ella, ella con la que no he hablado hace ya un año. La que se quedó con mi suéter, mi bufanda y la parte del corazón que ama por primera vez, la parte clara, la parte ingenua, la parte dulce, la parte ilusa, la parte que luego se vuelve melancolía.

Extrañar las palabras y las risas y lo que se decía entre líneas, lo que nunca se entendió, lo que no era necesario pero abundaba.

Extrañar algo que sólo yo sentí, que nunca sentí, o que tal vez creí sentir.

Extrañar algo que nunca podré contar, algo que queda entre mí, su recuerdo y mi lengua.

Simplemente extrañar algo que se termina con la canción que llega a su fin en este preciso puto momento.

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